El escritor esloveno Vladimir Bartol nació en Trieste el 24 de febrero de 1903 y murió en Liubliana el 12 de septiembre de 1967. Además de seguir a Freud, tradujo a Nietzsche, de ahí el nihilismo del personaje principal de su cuento Don Lorenzo de Spadoni. Fue psicólogo, filósofo, biólogo, estudioso de las religiones, profesor de universidad y redactor en revistas, pero destacó por su defensa de la libertad de pensamiento. Eligió el esloveno para escribir teatro, críticas de arte y novelas, la más famosa de las cuales es la que comentaremos a continuación: Alamut.
Alamut, publicada en 1938 y traducida muchos años después a numerosos idiomas, consiguió el Premio Nacional de Literatura Yugoslava en 1940. Es una obra basada en la leyenda de la fortaleza del Alamut, el Nido de Águilas. En el año 1092 de la era cristiana, el líder político y religioso Hassan Ibn Sabbah, a quien todos llaman Seiduna («Nuestro Amo»), adoctrina y entrena a un ejército de fanáticos fedayin para luchar contra los turcos en una guerra santa, argumentando que en la fortaleza van a sufrir un ataque inminente y que por defender a su jefe —a quien dicen que se le ha concedido el poder de abrir las puertas del paraíso— serán premiados con la gloria y los placeres del paraíso de Alá. Toda esta historia gira en torno a los miembros del ejército, que entrenan duro día a día sin conocer el objetivo de su lucha. Por otro lado, en la parte de la fortaleza destinada a las chicas, la vieja Apama, experta en los placeres del amor, enseña a jóvenes hermosas los poderes de la seducción. Estas historias paralelas constituyen un análisis de la manipulación de las conciencias en los regímenes totalitarios: una mujer que gobierna sobre las demás sin dar explicaciones, a quien todas deben obedecer; un hombre que obliga a los demás hombres a estar dispuestos al sacrificio de su vida si mediante ese acto consigue entrar en el paraíso de Alá; ambos son líderes que obligan a los demás a seguir sus órdenes ciegamente.
Más allá de las historias paralelas que transcurren en cada lado de la fortaleza de Alamut y que se unen a medida que avanza la trama, no hay nada importante en el tratamiento del tema. Un narrador omnisciente, común a las novelas históricas, más una fuerte dosis de diálogos —muy bien construidos en algunos pasajes— conforman el esqueleto narrativo de esta novela, que piensa más en el mensaje a transmitir, que en la manera de transmitirlo. Lo más importante de esta obra, pues, es demostrar al lector cómo muchos líderes han sido capaces de manipular la mentalidad del ser humano.
Como opinión personal, añadiré que es una novela que no atrapa durante sus poco más de 500 páginas. Es decir: las doscientas primeras páginas son muy interesantes, y a partir de ahí el interés empieza a decrecer hasta llegar a las últimas cincuenta páginas, donde se aceleran los acontecimientos y vienen todos a la vez para rematar la historia otra vez en el punto máximo de interés. Están muy bien, pues, el principio y el final de la obra, pero las doscientas páginas que abarcan más de la mitad del libro se hacen, en ocasiones, pesadas. El resto, no obstante, merece la pena.