Cuando me adentré en la sala, oscura y solamente iluminada por el foco del fondo que dejaba ver un escenario y varios actores en escena, todo el mundo giró sus cabezas y desvió su atención desde la obra teatral hacia mí mismo, que estaba allí de pie, sin saber qué hacer, en completo silencio, sí, pero molestando en la escena al fin y al cabo. Todos callaron, incluso los individuos que interpretaban su papel con espléndida maestría, la misma con la que yo había hecho dirigir a todos su mirada hacia mí sin quererlo. Si hubiese sido yo el que interpretaba el complejo papel de Don Juan sobre las tablas, todo habría sido diferente. Pero no era mi intención, y en la vida cada vez que no se tiene como fin conseguir algo, se consigue.
“La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.
Thomas Chalmers