Se debatía, con todas sus fuerzas, en contra de la muerte por quedarse, aunque fuesen dos años más, en la vida. Pero la dama de negro quería que fuese con ella, que acompañase a su amigo Caronte en la travesía de la laguna estigia, y en la cama, agonizando, traspasando el umbral del final de nuestra existencia, uno no puede hacer nada para remediarlo. Trataba de luchar por mantenerse en pie en el campo de batalla, pero era tan hermosa la dama negra, tan brillantes sus ojos, tan perfectas sus caderas, tan suave su tez, que no podía despegarse de ella. Cerró los ojos de su corazón y se entregó al amor esperado de la guadaña.
“Es forzoso vivir, aunque el alma se oponga, encariñada con su amiga la muerte”.
Benito Pérez Galdós