A qué vienes llorando, princesa, si acabas de ver a tu esperado príncipe azul. A qué llamar a la amargura que recorre tu cuerpo, a qué las cuitas que traspasan los tejidos de tus ojos, a qué la sonrisa invertida de tus labios rojos, a qué los temblores de tus mejillas sonrosadas de amor recién correspondido. A qué vienes añorándole, si mañana a la misma hora volverás a sentir lo mismo, amor recíproco, felicidad y ganas de que el tiempo no fluya, y después estarás de nuevo, como ahora te veo, suspirando por la ausencia de la media pieza que termina de conformar la perfección de tu cuerpo. Suspira, suspira, que mañana volverás verle, y todo será igual, un círculo vicioso y placentero llamado amor, un eterno retorno anhelado desde que el despertador te levanta del lecho.
“Cada suspiro es como un sorbo de vida del que uno se deshace”.
Juan Rulfo