En 1831 y bajo el encargo de un editor, el gran escritor francés Victor Hugo escribió una de las novelas que han dejado rastro en la literatura universal por recoger todos los sentimientos del Romanticismo y además adelantar técnicas narrativas propias del Realismo literario. Hay que considerar también que la novela, de enormes dimensiones (700 páginas), fue escrita en cuestión de seis meses debido al encargo del editor, lo cual supuso un importante agotamiento físico del escritor, agotamiento que al final mereció la pena, pues la obra fue muy bien acogida por el público lector y por la crítica.
Dividida en once libros, Nuestra Señora de París nos relata la historia de la gitana Esmeralda, quien en compañía de su cabra Djalí toca la pandereta y baila en las calles de París para subsistir; esta gitana es acusada de haber asesinado a su amado el capitán Phoebus, y condenada a la horca. Pero Quasimodo, campanero de Nuestra Señora, sordo, tuerto, jorobado y cojo, que en su interior esconde un corazón sensible y sediento de amor, ayuda a la gitana. Personajes como el archidiácono Claude Frollo o su hermano Jehan (un estudiante juerguista), Clopin, la sachette o el filósofo Pierre Gringoire completan el elenco de personajes de esta tragedia.
La técnica narrativa que emplea Victor Hugo en esta novela es especial para la época en que se escribió: la voz del narrador se dirige en ocasiones al lector y le pide que imagine determinadas escenas, diversas imágenes y localizaciones espaciales que describirá a continuación; además, se muestra en todo momento en constante complicidad con el lector y aun con los personajes (hay momentos, por ejemplo, en que prefiere «no dejar constancia» de algunos datos de la historia que puedan comprometer el orgullo de los personajes, ofreciéndoles de esa manera el respeto que como personas marginadas no se les da).
En cuanto a la ambientación histórica, el autor se centra más en los hechos y, cuando tiene que referir alguna circunstancia histórica, como fechas o datos biográficos de algún rey (donde de vez en cuando se equivoca, señal de que no tienen tanta importancia esos datos), siempre lo hace para comparar aquella época —el siglo XV— con la actual —el siglo XIX, cuando se escribe la obra—. También está Hugo más preocupado por la situación anterior y actual de los monumentos que por la historia que pueda haber pasado por ellos, y de ese modo plasma reflexiones sobre el paso del tiempo que pueden dar quehacer en la mente del lector.
Finalmente, sobran las palabras al hablar de la calidad de las descripciones, excelentes cuadros pintados con fino pincel, una técnica que se adelanta en el tiempo y que desemboca en la novela realista de la segunda mitad del siglo XIX, donde escritores como Émile Zola dejarán su huella. Ese espejo que refleja todo cuanto ve a su paso, como dijo Stendhal, es un anticipo de magistrales descripciones realistas realizadas en una novela romántica, y es uno de los mayores logros de Victor Hugo en este libro.
Esta obra ha dado lugar a numerosas versiones cinematográficas y libretos de ópera. Conocemos, por ejemplo, la versión que hizo Walt Disney en El Jorobado de Notre Dame, una mera referencia indirecta ya que en la novela de Victor Hugo la historia está más centrada en Esmeralda que en Quasimodo, y muy pocos sucesos se relacionan con lo que pasa en la película.
De cualquier manera, merece la pena la lectura detenida de esta novela, pues se llegan a ver las calles del París del siglo XV y las traiciones que pueden llegar a cometer las personas por amor.