Van a prenderse fuego las palabras
Van a prenderse fuego las palabras. De que otra forma podía ser si estás enteramente dispuesto a cometer la misma cantidad de errores que anotaste en tu último inventario.
Vas a quemarte esta vez? Vas a animarte?
El diablo suele seducirte con hipócritas bellezas.
Si rozaste la cintura de la muerte deberías recordar su cadencia, si besaste el cuello de la decepción deberías, por lo menos, recordar su perfume.
La soledad siempre fue buena estratega. Pero a veces alcanza con el mas pobre de los programas de cacería; por ejemplo, te ata una carnada con un hilo y tira para que des un paso. Solo. Dos pasos. Solo. Tres pasos. Solo. Y finalmente explotes en el llanto impotente.
Van a prenderse fuego tus palabras. Estas desorientado. Ni el tiro del final te va a salir. Antes era solo un tango pasajero. Hoy, hoy es tu tango. El diablo suele seducirte con hipócritas bellezas. Tu tango es el tango con tristezas de arrabal, con gris de bandoneones, con nostalgias de pelo engominado.
La vida juega de dos, te lo dijo un amigo una vez. Pero el diablo. Ah, si, el diablo juega de nueve y tiene pasta de goleador. Cuidado con ese nueve. Cuidado que nunca queda en off side.
Entonces tomas el primer colectivo, el primer colectivo que viene casi vació. Casi. No importa el numero, no interesa el cartel ni el destino. Lo único imprescindible es escapar de tu escenario.
Apagas el cigarrillo. Subís. No deben sospecharlo. Tu mejor cara de pasajero para pagar el boleto y elegís el ultimo lugar. Lejos de todo el contacto con el chofer y de la anciana con vestido viejo y amarillento que esta sentada en segunda fila.
Al ultimo y en el rincón. Así es mas difícil que te descubran tomando la botella de wisky sorbo a sorbo, la oscuridad sorbo a sorbo, la ruta sorbo a sorbo.
Es de noche. Que importa donde estas.
Es de noche y casi no hay luces. No buscabas otra cosa que esto.
El wisky por la mitad y una calle sin luces que parece terminar en un paredón no tan lejano.
Otro trago. Pocos pasos mas, solo unos pocos. Como cuando la soledad juega con la carnada y el hilo. Solo, caminas solo.
En el transito beodo los pies se entrelazan y caen, el cuerpo cae, el cuerpo casi muerto cae. Peso muerto. Los vidrios de la botella desparramados.
Las manos astilladas y sangrantes. Sangre cayendo por tus dedos.
Te tocan el hombro. Te ofrecen ayuda. La noche oscura y la vida sorbo a sorbo. La mujer blanca, palidecida y de ojos negros te ofrece la mano. Nada dice y camina. Camina hacia el paredón. Camina lento y su cintura es perfecta, su vestido resalta cada una de sus curvas. Sus piernas son perfectas. Y entre tu arrastrado pedido auxilio, tus manos se estiran, se abren, sangran. Pedís auxilio con tu ultimo suspiro.
Van a prenderte fuego las palabras. La vida juega de dos.
Ella voltea. Se detiene. Te espera. Te reincorporas de a poco a tu erguida posición inicial, trastabillas. Sangre. El vomito es inevitable. Ella alienta y camina. Te quema, Te llama. Te ama. Te odia. Te cuida. Te deja. Escuchas que balbucea pero no entendes.
Es cercano el paredón y ella esta cerca también. Una imagen en la pared oscura, una anciana de vestido amarillento.
Caminas como un gato hacia el final de la calle, hacia el final de la noche.
No está. Ella no está. Ni su mano, ni sus piernas perfectas, ni su cintura perfecta. Ni su cuerpo blanco. Nada. Solo. Estas solo otra vez.
Las palabras van a prenderse fuego. No aguantas los noventa. Al diablo nunca le cobran off side y suele seducirte con hipócritas bellezas.
Es de noche y no hay luces.
No buscabas otra cosa. Todo conspira. Hasta la vida misma.
Ni el tiro del final te va a salir. La ultima mentira de tu tango.
El olor a pólvora insoportable.