Ya adentrándonos en lo que depara el futuro, y como para hacer un cierre, no creo que el impulso del ser humano hacia el amor o el deseo sexual vaya a disiparse. Es que la historia ha demostrado que hasta en las peores situaciones el ser humano sigue teniendo sexo. Como ejemplo tomo el atrevimiento de citar al SIDA que a pesar de ser mortal no hace que tengamos menos relaciones. Si un estudio demostrara que la lechuga provoca la muerte, estoy segura que ninguna persona volvería a comerla. Mi punto es que el sexo es un impulso humano que nunca se va a detener.
El amor es ancestral y deja marcas profundas en nuestras mentes. En los centros emocionales del cerebro existen receptores y moléculas que provocan la euforia asociada al primer estado del amor, la pasión. También se encuentran los receptores y moléculas que desencadenan los sentimientos de paz y confort asociados al segundo estado, el afecto. Es poco probable que la fisiología del cerebro para el amor se vea afectada por algún nuevo evento ya sea político, científico o cultural.
¿Seremos felices en nuestras relaciones? Con el poder cada vez mayor de la mujer, la sexualidad femenina emergente, y un ambiente en que se pueden consolidar relaciones excitantes, no veo razón alguna para que no seamos felices.
Distintos estudios realizados por instiuciones y universidades demostraron y, por consiguiente, llegaron a la conclusión que las uniones matrimoniales exitosas tienden a tener varios puntos básicos en común entre los que se encuentran el diálogo el sexo como uno de los más importantes.
La pregunta es: ¿Por cuánto podremos mantener esta receta?
Helen Fisher.
Solo una palabra: Excelente.
Realmente me hizo reflexionar.
un verdadero texto para el alma.