Cualquiera sea el sistema de gobierno que se adopte con el tiempo, es importante que se tenga en cuenta a la gente. Tenemos que transmitir el mensaje de que salvaguardar nuestra propiedad común, la humanidad, requerirá que desarrollemos en cada uno de nosotros una lealtad nueva: la lealtad a la humanidad, lo cual exige un sentimiento de pertinencia a la raza humana.
Tenemos que convertirnos en ciudadanos del mundo. Al defender la nueva lealtad de la humanidad, no estoy sugiriendo que renunciemos a las lealtades nacionales. Tenemos que ampliar nuestra lealtad para que abarque a toda la raza humana. Muchos pueden pensar que lo que abogamos (un mundo libre de guerras) es un sueño utópico. No es utópico. Existen en el mundo grandes regiones, por ejemplo la Unión Europea, dentro de las cuales la guerra es inconcebible. Lo que hace falta es extenderlas hasta alcanzar a las principales potencias del mundo.
En cualqueir caso, no tenemos otra elección. La alternativa es inaceptable. La búsqueda de un mundo libre de guerras contiene un objetivo básico: la supervivencia. Pero si en el proceso aprendemos a lograrla por amor más que por temor, por voluntad más que por compulsión; si en el proceso aprendemos a combinar lo agraadable con lo escencia, lo conveniente con lo benévolo, lo práctico con lo bello, será un incentivo extra para embarcarnos en esta difícil y gran tarea.
No se si se cumplirá o no; no se si alguien escuchará no mis plegarias sino la de millones de personas en el mundo; tampoco si será la mejor solución o no… realmente no lo sé. Pero por favor, por sobre todo, recuerden su humanidad.
Discurso de Joseph Rosblat en su acpetación del Nobel de la paz en 1995.