En el año 1972 (octubre) un avión de origen uruguayo transportaba pasajeros de Chile. El mismo se estrelló en la Cordillera de los Andes. Doce de sus 45 tripulantes murieron en el accidente. Los que lograron sobrevivir quedaron totalmente aislados, viéndose obligados a alimentarse de sus compañeros que habían muerto. Fueron rescatados después de 72 días. Muchos murieron en el transcurso de los días, solo 16 regresaron con vida de ese viaje.
Compartimos la carta que Gustavo Nilolich escribió para su familia y su novia. Lamentablemente él no logro sobrevivir a la tragedia.
“Escribo estos ocho días después de haberse estrellado el avión de los Andes. Estamos en un paraje maravilloso, rodeado de montañas, con un lago detrás, que se derretirá cuando llegue el verano. Estamos muy bien. En este momento somos veintiséis… pero siempre andamos haciendo algo para ayudarnos y nuestro estado de ánimo es bueno. Roy Harley, Diego Store, Roberto Canessa, Carlos Péaz y yo estamos perfectamente, sólo un poco más delgados y con la barba crecida.
El pasado domingo volaron dos aviones por encima de nosotros, cada uno dos veces, así que estamos totalmente convencidos de que van a venir a rescatarnos. Lo único que nos hace dudar es que los aviones no viaron en redondo y acaso no nos vieron.
(…) Quizás en Montevideo estarán ustedes pensando cómo vivimos. La verdad es que el aparato está en perfecto estado, no es un gran hotel, pero lo será pronto
tenemos agua abundante porque la estamos haciendo constantemente. En cuanto a comida, bueno yo he tenido suerte, porque tengo una lata de pescado en conserva, tres de pasta de pescado, un poco de chocolate y dos botella pequeña de whisky. Desde luego, no hay mucho que comer, pero podemos irla pasando.
Durante el día, si el tiempo es bueno, podemos estar afuera del avión hasta las seis de la tarde (ahora está nuboso). Generalmente permanecemos en el hotel (el avión) y solo salen los que van a buscar nieve. Las habitaciones no son demasiado cómodas. Sólo tenemos una para 26 personas, pero algo es algo.
La única parte que quedo del aparato es la cabina, porque las alas se desprendieron. Para hacer sitio, sacamos todos los asientos y los arrancamos la cubierta para hacer mantas. Como pueden ver, vamos mejorando.
(…) Siempre estamos haciendo chistes a propósito de la comida. Todos los días hay alguien que pide los alimentos como si estuviesen en un restaurante…
(…) Yo creo que estamos en un lugar muy inaccesible, y que solo podemos ser vistos desde la Tierra. El tiempo no ha sido muy bueno y hemos tenido algunos pequeños aludes. Los que vengan a rescatarnos deben estar esperando un poco más. Este pensamiento y nuestra fe en Dios nos consuela. Rezamos oraciones con palabras propias suyas. Es una manera de compartir nuestra fe. Todas las noches nos contamos historias graciosas sobre padres y suegras, que algún día repetiré. Espero que sea muy pronto.
un amigo a quien he conocido aquí “Moncho” Sabella es la cosa más increíble. Dormimos juntos y nos agarramos de las manos y, como hace tanto frío nos estamos echando el aliento para darnos calor, en las noches más frías. Si no es por él, me ubiera muerto la primera noche. El avión estaba destrozado y el tiempo era muy frío. Fue la noche que murió el mayor número de personas…
un beso muy grande para todos ustedes y espero volver a verlos si Dios quiere. De no ser así, lo único que les pido es que no se preocupen por mí.
Este articulo cuenta con un fragmento de Sobrevivientes de los Andes – Editorial Diana.