El escritor francés Philippe Claudel (Nancy, 1962) ha sido docente y guionista de cine y de televisión. Gran admirador de Simenon, publicó su primer libro con treinta y siete años: Meuse l’oubli. Sus obras han sido galardonadas varias veces, algunas con premios muy importantes, como el caso de su quinta novela, Almas grises, publicada en 2005 por Salamandra y galardonada con el prestigioso premio Renaudot. La nieta del señor Linh fue publicada en 2006 también por Ediciones Salamandra.
La nieta del señor Linh es una tierna novela de escasas 120 páginas en las que se puede disfrutar de muchos modos: el lector se puede reír, puede llorar o estremecerse por unas frases llenas de lirismo. El señor Linh es un anciano que desconoce su edad y que llega una mañana de noviembre en barco a un país que puede ser Francia (no se dice el nombre en ningún momento), huyendo de una guerra que ha asolado su tierra natal y su aldea, donde ha dejado los cadáveres de toda su familia. El señor Linh viaja siempre con su nieta en brazos, Sang Diu, la última rama de un árbol genealógico roto por la crueldad de la guerra, y va junto a dos familias más, que mantienen con él la única relación de ponerle la comida por delante e insultarlo y hablar mal de él por detrás. Los supervivientes de la guerra atracan en el muelle de este nuevo país cuya lengua desconocen, y son conducidos a una casa donde se refugiarán hasta encontrar un lugar mejor. Al cabo de unos días, el señor Linh sale de la casa para dar un paseo y llega en línea recta a un banco en el que se sienta. En ese banco conocerá a un hombre gordo, el señor Bark, fumador compulsivo que cierra los ojos al dar la primera calada de cada cigarrillo, un hombre con el que entablará una gran amistad sin que la ignorancia del idioma sea un impedimento: una amistad, pues, basada en gestos, sonrisas y manos en el hombro. Todo esto nos conduce a un final inesperado y conmovedor.
La novela está escrita en presente, que a veces supone un problema a la hora de enfrentarse a la narración, pero en este caso no se hace demasiado incómodo: es más, es un tiempo verbal transparente en esta novela porque multitud de párrafos son imágenes líricas que sobrepasan el poder del sonido que supone un tiempo verbal en presente empleado en narración. Sus capítulos, por otra parte, son muy cortos y, por tanto, incitan a continuar la lectura, de manera que es una novela de lectura muy ligera y breve, pero que hace mella en el lector sensible. Una historia sencilla, pero muy bien construida, a la cual se le añade la emoción de que un hombre le cuente sus problemas a otro sin que el otro comprenda sus palabras: a veces hace falta un hombro donde llorar aunque no entienda ese lamento. Y este aspecto, como muchos otros de la novela, hace interesante la lectura de La nieta del señor Linh. El único problema del texto es, quizá, su brevedad, porque eso acorta nuestro disfrute con la compañía del entrañable señor Linh.