Caminando entre piedras sólidas, huyo del amanecer. Lagrimas caen por mis mejillas. Empiezo a correr como nadie más lo va a hacer por mi. Me mantengo detenida pero no me detendré por mucho tiempo. Debo descansar, talvez comer, para así seguir mi camino sin igual. Destino un poco cruel. Siento que los recuerdos me hunden un poco, siento sentimientos poco claros, difíciles de alcanzar.
La luz se acerca más rápido sobre mí, me caigo, me lastimo, un dolor tan grande sacude mi ser. Estoy sola, sin nadie en quien aferrarme ahora. Es aquel dolor que sentí cuando te perdí, me aferre a ti, me soltaste. La herida quedo allí, sin sanar. Le extrémese la tristeza en ese corazón. Ella vuelve a seguir mirando al horizonte, su corazón ya murió, sus ojos se volvieron marchitos, su rostro esta seco y sin vida. Cree que ya no amara más. No volverá a ver más ese dolor.
Sigue corriendo por las calles de la ciudad oscura que pertenece, de pronto cae, como cae la hoja que estaba atrapada en ese árbol otoñal que espera que sea invierno. Trata de pararse, ya no tiene fuerzas para seguir, esas piedras la resbalan de su realidad.
Se queda allí gritando con gran desesperación. Se queda allí tratando que la vean pero nadie la lograra ver.