Parece que ha sido descubrir a Miguel Delibes y automáticamente ponerme a leer todas sus obras. No ha sido así, aunque lo parezca: llevaba bastante tiempo, años quizá, queriendo leer este libro, y he aprovechado para leerlo en las navidades que acaban de pasar por diversos motivos, entre otros, porque tenía que estudiar y quería algún libro más o menos corto para matar el gusanillo mientras.
Cinco horas con Mario. Un título que me sonaba desde pequeño y que nunca supe, hasta que estudié realmente la historia de la literatura española, que pertenecía a este gran escritor, cosa que tampoco sabía hasta hace poco tiempo (el que fuera un gran escritor, digo). Ya es el tercer libro que leo de Miguel Delibes, y no va a ser el último. Tengo por ahí El Hereje pendiente, pero éste supongo que esperará un poco más a que cubra mis más importantes lagunas literarias.
La obra trata del funeral de Mario Díez Collado, un escritor y catedrático de instituto que escribía en un periódico llamado El Correo sobre los pobres y sobre los tontos. Toda la obra es un monólogo repetitivo llevado a cabo por la viuda de Mario, María del Carmen Sotillo, quien recuerda todas las desgracias que su marido le hizo pasar. Recuerda ésta los más caprichosos intereses de su difunto marido, sus ideales, sus formas de ver la vida, y constantemente le reprocha que no le hubiese comprado en vida un Seiscientos, o cualquier tipo de coche, y que no le hubiera hecho caso como su mujer que era. Constantemente comenta Carmen la presencia de Paco, un tipo que de joven parecía no saber hablar y ahora, por el simple hecho de tener un coche, es una eminencia a ojos de la viuda. Comenta también que hay un hombre que está siempre piropeándola. Critica a Encarna, la cuñada del difunto, que parece haber sentido demasiado la muerte de Mario porque estaba enamorada de él. Todo esto en un monólogo a lo largo del cual se repiten una y otra vez estas ideas, entrelazadas con otras de menor relevancia.
Este libro se me ha hecho, la verdad, un poco más pesado que los otros dos que he leído de él. Me esperaba otra cosa. No obstante, al final ha resultado agradable porque he visto todo el libro como una escena en la que la protagonista habla con su difunto marido, y parece que estuviera ante mis ojos durante toda la lectura. Es una de las cosas que más me han gustado.
Pero sin lugar a dudas lo que más me ha gustado es la capacidad de plasmar la espontaneidad, el discurso hablado como si realmente la mujer estuviese hablando ante nosotros. Expresa esto mediante multitud de frases hechas, lemas y apelaciones a los santos, un modo de hablar tan propio de aquella época (los años sesenta). La protagonista comete cantidad de lo que podrían ser faltas gramaticales, pero que en el lenguaje coloquial es común: leísmos, loísmos y laísmos, por una parte, y queísmos y dequeísmos por otra parte. Y además de eso, la fluidez de los temas, que se van sucediendo rápidamente entre sí y entremezclándose, a su vez, con otros comentarios diferentes. En definitiva, un reflejo muy bueno de la forma de hablar de la gente de la época. Es un gran logro, no conozco muchos casos así de bien conseguidos.
muy bien comentado, aunque la verdad es que lo que mas me llamó la atención del libro es lo bien que refleja Delibes la mentalidad de la mujer y del marido a través de su mujer, y que lo que la mujer critica todo el tiempo de Mario para mi son virtudes. Sin duda Mario hubiese sido un tio con el que me hubiera llevado de cojones si lo hubiese conocido.
A mí de verdad lo que más me impresionó fue el parloteo propio de la viuda anciana y angustiada, que de hecho lo comento en el artículo. Ese modo de plasmar la fluidez de los temas, que se entremezclan y parece que hablan por sí solos, es uno de los grandes logros de este libro. Y sí es verdad eso que dices de que lo que en algunas ocasiones critica la viuda, son en realidad virtudes de Mario. Yo también me hubiera llevado bien con él, jeje.
Gracias por comentar.
Un saludo!