MI HEMINGWAY PERSONAL, POR Gabriel García-Marquez.
Aquí les dejo una reseña que escribió García-Marquez en el libro “Cuentos” de Ernest Hemingway.
«Lo reconocí de pronto, paseando con su esposa, Mary Welsh, por el bulevar de Saint Michel, en Paris, un día de la lluviosa primavera de 1957. Caminaba por la acera opuesta en dirección del jardín de Luxemburgo, y llevaba unos pantalones de vaquero muy usados, una camisa de cuadros escoceses y una gorra de pelotero. Lo único que no parecía suyo eran los lentes de armadura metálica, redondos y minúsculos, que le daban un aire de abuelo prematuro. Había cumplido cincuenta y nueve años, y era enorme y demasiado visible, pero no daba la impresión de fortaleza brutal que sin duda él hubiera deseado. Parecía tan vivo entre los puestos de libros usados y el torrente juvenil de la Sorbona que era imposible que le faltaban apenas cuatro años para morir.Por una fracción de segundo-como me ha ocurrido siempre-me encontré entre mis dos oficios rivales. No sabía si hacerle una entrevista de prensa o sólo atravesar la avenida para expresarle mi admiración sin reserva. Para ambos propósitos, sin embargo, había el mismo inconveniente grande: yo hablaba desde entonces el mismo inglés rudimentario que seguí hablando siempre, y no estaba muy seguro de su español de torero. De modo que no hice ninguna de las dos cosas que hubieran podido estropear aquel instante, sino que me puse las manos en bocina, como tarzán en la selva y grite de una acera a la otra: maeeeestro”. Ernest Hemingway comprendió que no podía haber otro maestro entre la muchedumbre de estudiantes y se volvió con la mano en alto, y me grito en castellano con una voz un tanto pueril. “adiooooos, amigo”. Fue la única vez que lo vi.No se quien dijo que los novelistas leemos las novelas de los otros sólo para averiguar como están escritas. Creo que es cierto. No nos conformamos con los secretos expuestos en el frente de la página sino que la volteamos al revés, para descifrar las costuras. De algún modo imposible de explicar desarmamos el libro en sus piezas esenciales y lo volvemos a armar cuando ya conocemos los misterios de su relojería personal……En la entrevista histórica que le hizo el periodista George plimpton para Paris review enseño para siempre-contra el concepto romántico de la creación- que la comodidad económica y la buena salud son convenientes para escribir, que una de las dificultades mayores es la de organizar bien las palabras, que es bueno releer los propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue difícil, que se puede escribir en cualquier parte siempre que no haya visitas y teléfono, y que no es cierto que el periodismo acabe con el escritor, como tanto se ha dicho, sino todo lo contrario, a condición de que se abandone a tiempo. Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer, solo la muerte puede ponerle fin. Con todo su lección fue el descubrimiento de que el trabajo de cada día sólo debe interrumpirse cuando ya se sabe como se va a empezar al día siguiente.Cuando se convive por tanto tiempo con la obra de un escritor entrañable, uno termina sin remedio por revolver su ficción con su realidad. He pasado muchos días leyendo en aquel café de la place Saint Michel que el consideraba bueno para escribir, porque le parecía simpático, caliente, limpio y amable y siempre he esperado encontrar otra vez a la muchacha que el vio entrar una tarde de vientos helados que era muy bella y diáfana con el pelo cortado en diagonal, como un ala de cuervo, “Eres mía, y Paris es mío”, escribió para ella, con ese inexorable poder de apropiación que tuvo su literatura.En realidad Hemingway sigue estando donde uno menos se lo imagina-veinte años después de muerto- tan persistente y a la vez tan efímero como aquella mañana, desde la acera opuesta del bulevar de Saint Michel».