(Creo que ya hemos perdido mucho tiempo, ¿tenemos explosivos?— dije con tanta energía que casi me quedo sin aire.)
— En efecto, dispongo de una pequeña cantidad de goma2, lo tome prestado de los almacenes de Ortiz —dijo Fernando Blandiendo una picara sonrisa.
— Está bien, larguémonos.
Era ya de noche cuando salimos a la calle. Llovía copiosamente. La ciudad emanaba tenuemente de las farolas, alineadas como luciérnagas eléctricas, fundiéndose sus destellos en el asfalto a modo de acuarela.
Fernando disponía de un pequeño Citroen AX, montamos y fuimos dirección a la colina Atalayas donde se encontraba la antena. Cuando llegamos, solamente vimos a un guardia de seguridad ataviado con una botella de Whisckey, que le ayudaba a soportar su tedioso menester. Para nuestra suerte, estaba sumergido en un profundo sueño alcohólico.
Me limite a colocar los explosivos mientras que Doc lidiaba con los cables de la antena auxiliar, cuando terminó yo apreté el detonador. La antena se zarandeo bruscamente, cayendo a la noche eterna. Entré en la caseta de la antena auxiliar y me atrincheré con ellos.
Fernando enfocó una pequeña cámara de video acoplada a la antena y empezó su discurso:
continuará…