II
Lentamente acomoda a Priscila sobre el escritorio y después se dirige hacia el llavero y con decisión toma el juego de llaves disponiéndose a salir de ahí a toda prisa, pero se topa con su madre frente a frente en el umbral del despacho, con tal sorpresa las llaves caen de su mano ante los pies de Brianda.
– ¡Esa habitación no se abrirá, más!
Reprende furibunda la joven madre ante su hija que se había quedado con el semblante pálido y la mirada fija.
– Perdón, mamá.
– No insistas en abrir la herida
En ese momento llega hasta ahí la joven e inoportuna sirvienta.
– Niña Cindi –dirige su vista hacia Brianda- Disculpe, señora. No sabia que ya
estaba aquí.
– ¿Quién es? –pregunta Cindi.
– la joven Susana.
– Dile que voy en seguida.
– Si niña, con permiso.
La sirvienta se retira. Madre e hija vuelven a mirarse.
– Voy a salir, mamá. Cenare en casa de Susy, así que no me esperen.
La chica se disponía a retirarse pero la voz de su madre la detiene.
– Cuídate mucho, Candy.
La joven voltea a mirar a Brianda, con los ojos fijos.
– Aún soy Cindi, mamá.
La madre cierra los ojos inclinando la cabeza, mientras la joven se retira.
Brianda se sentía mal, extrañaba demasiado y de manera enfermiza a su difunta hija, que sin saber, dañaba los sentimientos de su otro fruto.
Dirige la mirada a la muñeca que se encontraba sobre el escritorio y la toma en sus manos, acariciándole sus largos cabellos de hilo.
– Solo tú la conocías en realidad –platicaba con la muñeca. *
Autor: Martín Guevara Treviño
1 comentario en «Los Elegidos 8 (Gemelas confundidas)»