Los Elegidos 4 (Prohibido)

     Bruscamente vuelve a la realidad al escuchar los fuertes golpes en la puerta. De prisa se pone de pie guardando la fotografía en el cajón del buró. Abre la puerta, se trataba de Lupe, la tierna sirvienta que llega con la charola del desayuno.

     -Con permiso, niña. Buenos días.

La sirvienta se interna en la habitación dejando la charola sobre la mesa del teléfono.

     -Gracias, Lupe. –oprime sus ojos con sus dedos- Pero no tengo apetito.

     -Ande, niña. Está retesabroso. –insiste la criada- No me vaya usted a desairar   

       también. En esta casa nadie ha desayunado hoy.

     -¿Dónde están mis papás?

     -Don Esteban se fue a trabajar como siempre, y su mamá fue a la iglesia.

     -Esta bien, Lupe, déjame el desayuno.

La sirvienta le sonríe y sale cerrando la puerta. Cindi se postra frente al espejo reflejando un rostro marchito por el dolor. Se da cuenta que de ahora en adelante estará ante ella misma, ahora no tenía igual. Era única.

     La residencia enorme y bella, con su sala de estar amplia con el sofá y los sillones de tapizados europeos. Al término de las escaleras en la planta baja, a cada costado mostraba las gárgolas de dos demonios macabros.

     Cindi baja paso a paso cada escalón; viste de luto y cubre sus ojos con gafas oscuras, usa el pelo suelto. Detiene su andar y observa aquel vacío inmenso, solo muebles y elegantes adornos. Gira completamente su cuerpo disponiéndose a subir las escaleras a prisa. Se paraliza nuevamente al ver frente a ella la puerta de la recamara de Candy, que se encontraba justamente al terminar lo alto de la escalera.

Lleva su mano a la cerradura y trata de abrir, pero, para su sorpresa, la puerta se encontraba cerrada con llave. Una voz la hace volver la vista.

     -¿Se le ofrece algo, niña?

 

Continuará…

 

Autor: Martín Guevara Treviño

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