Cierra el libro y lo arroja hacia la cama, y abrazando la muñeca se acerca a la ventana observando la obscura noche, alcanzando ver entre las sombras a Lupe, la joven sirvienta abrazada de un joven, pero no se percibían las figuras claramente por la oscuridad y más aún las sombras del árbol del cual estaban recargados. Sin dar importancia camina hasta la computadora y al encenderla mueve lento unos papeles que estaban sobre la mesa de estudios, no logra entender lo que ve, debido a lo mareada que se encontraba y sale de la recamara después de apagar la computadora.
* * *
La luz del amanecer se filtra por la ventana dando en la cara a Cindi que despertaba sobre su cama, entre sus cobijas; mira en seguida el reloj, se apresura a ponerse en pie en pijama de ceda color azul, entra en sus pantuflas y corre al baño de su habitación. Se para frente al espejo mirándose las marcadas ojeras que resaltaban su rostro, con una cara de malhumorada, abre la llave de agua y comienza a lavarse el rostro.
Toma la toalla y sale del baño secándose, hasta llegar ante el peinador, donde su expresión se torna asustada al mirar las llaves prohibidas sobre el mueble; las toma lentamente y las aprieta en su puño.
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En la cocina se encontraba Lupe y Felipa discutiendo mientras hacían sus labores domesticas.
– ¡No quiero enterarme de que sigues viendo a ese jovencito! –dice exaltada la tía.
Autor: Martín Guevara Treviño
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