La vida lo atrapaba por sorpresa
tratando de creer una vez más en el destino,
siendo ella la única testigo
de sus ganas eternas de abrazarla.
La inmensidad del mundo y la distancia,
su ausencia,
él frío,
y el triste color del otoño
hacían mas profunda su desolación.
Sus oídos no olvidaban las palabras
que prometieron, con ridícula esperanza,
el apócrifo regreso de algún día.
Su cuerpo inquieto aún extrañaba
el incomparable sabor de sus caricias,
y advertía desde el fondo de su alma
la voz de un corazón desesperado.
Confundidos sus ojos creían verla
entre las sombras de árboles desnudos.
Parecían escucharse allí sus pasos
y mezclarse con la música del viento.
La noche temerosa se escapaba
mientras el sol apagaba las últimas estrellas
y así la vida fue la única testigo
De sus ganas eternas de abrazarla