Nunca pensé que fuera a decir esto, pero me ha gustado este libro. Y digo que no pensé que fuera a decirlo porque cuando llevaba trescientas páginas era un gran libro, pero a partir de ahí empecé a aburrirme. Pasaban páginas y páginas y no ocurría nada, sólo era una investigación policial para llegar a una conclusión doscientas páginas después. Evidentemente, así se llegaba a una buena conclusión, de manera que las últimas cien páginas me han tenido bien en vilo, me las leí en dos horas por la tarde, y no me arrepiento, la verdad, de haber leído esta novela.
Les contaré por encima el argumento. El libro se divide en tres partes, muy bien divididas en el tiempo. La primera de ellas se desarrolla en el siglo XIII. Un monje llamado fray Julián escribe una crónica en la que cuenta toda la verdad sobre el asedio a Montségur y la lucha entre cátaros y católicos.
Después se da un salto en el tiempo y nos encontramos en 1938 en Francia. Ferdinand Arrau es un historiador medievalista, profesor de Historia en una universidad, y cristiano. Su mujer es judía y su hijo David también. Se pondrá en contacto con Ferdinand un señor al que llaman el conde d’Amis, que es descendiente de fray Julián, y le pedirá que analice su crónica para llevar a cabo una investigación. Así se desarrollará gran parte de este segundo capítulo.
Finalmente, en la tercera parte se llevará a cabo todo el desarrollo de la acción: una investigación, en la época actual, sobre una serie de atentados que van a producirse y que tratan de evitar.
Eso es lo esencial de la historia de la novela. Tiene intriga en su contenido, nostalgia, melancolía, tristeza. El carácter que la autora da de thriller está bien marcado, sobre todo, como es común en este carácter, al final de la novela, cuando se descubre todo lo anterior. Tiene una trama muy buena, a decir verdad.
Por último, añadiré una opinión personal sobre el estilo. Supongo que a mucha gente le gusta cómo escribe Julia Navarro, pues de alguna manera ha llegado a mis manos este libro. Leí en muchos sitios que es una gran escritora, y de ello no tengo ninguna duda. Pero sí sé que hay muchos fallos gramaticales a lo largo de la novela, sobre todo entre las doscientas páginas que no me han gustado –uno de los motivos por los que no me ha gustado esa parte es precisamente las faltas gramaticales, que desconcentraban mi lectura–. Curiosamente, en las últimas cien páginas, las que más me han gustado, esas faltas escasean a más no poder. Parece como si la parte central la hubiera escrito otra persona, pero en fin, mi opinión no se dirigía a decir esto. A lo que me dirigía es al estilo de la escritora: no me cabe ninguna duda de que la mujer es bastante capaz de meterse en el papel de los personajes para llevar a cabo conversaciones perfectas. Es lo que más me ha gustado del estilo literario: las conversaciones. Parecen reales, como si estuviéramos viendo una película. Con respecto a lo demás, no hace falta que hablemos de fallos aquí, puesto que lo que estoy haciendo es recomendar este libro, que, a pesar de los fallos que yo he podido encontrar, sigue siendo una buena novela, y se la recomiendo a todo aquel al que le guste la novela histórica.
Nada más que decir. Espero que disfruten con la lectura de esta novela los que se dispongan a leerla, en gran parte merece la pena.