¿Qué sería de las personas sin la fe?
Cynthia Abrams poco a poco observaba que su hijo de tan sólo nueve años, podía pasar las horas sin despegar la vista del disco vinilico que giraba sobre el aparato reproductor. El sinfín de vueltas parecía no contrariarlo. Ella al lado de su inseparable esposo Joel, buscaron ayuda confiando en la ayuda divina.
El pequeño Micha no podía sostener su cabeza erguida, detectando un problema en uno de sus ojos. El pequeño jamás gateo, y solamente pudo caminar hasta los trece meses de edad, su pronunciación fue deficiente, contaba con tres años y sólo articulaba escasa palabras, y ni pensar en que hilara una oración completa.
Los padres de Micah lo llevaron a muchos médicos, detectándole un Trastorno Hiperactivo de Déficit de Atención, detectándole a la vez la ceguera de uno de sus ojos, y la deficiencia visual en el otro. Esto no disminuía en nada su capacidad intelectual de cualquier niño de su edad. Fue hasta que Micah cumplió los 18 años cuando le declararon autismo. La frustración embargó las emociones de Cynthia Abrams, gracias a un miembro de su iglesia pudo reconfortarse, haciéndole ver que Micah llevaba en él la luz divina, que Dios cumplía sus propósitos y Micah tenía el suyo en este mundo.
Exhortaron a los miembros de la familia a no albergar malos pensamientos, al contrario, dejar volar las buenas ideas y el acercamiento a Dios. Fue hasta el año 1980 que la familia cabio su residencia a la ciudad alemana de Munich, ahí encontraron a un tutor especial, siguieron una programación habitual de ejercicios propios, entro en un programa de movimientos repetitivos, mejorando sorprendentemente que pudo ingresar a una institución de educación especial.
Los especialistas le recomendaron a los padres de Micah una serie de ejercicios que debería practicar en casa, el ritual de recuperación lo llevaron a cabo diariamente. Nunca despegaron las oraciones de sus días. El progreso de Micha fue excelente, afianzando la esperanza.
Fue para sus padres un momento lleno de felicidad, cuando Micha lograba hacer a detalle las cosas que ellos iban solicitando, las sesiones de mejora fueron diarias durante arduas horas, acudían a las terapias y en casa se sometían a otras sesiones.
Micha progreso sobremanera, pudo ser incluido en actividades deportivas, natación, baloncesto y tenis, el deporte le dio la oportunidad de viajar a diferentes ciudades representando a su colegio. Fue cuando se mudaron a los Estados Unidos, cuando Micha recibió un perrito como mascota, ya contaba con la capacidad para cuidarlo por su cuenta.
Micha en ocasiones era presa de ataques de epilepsia, una noche cuando sus padres dormían, el perrito los despertó inquietos, fue así que descubrieron que Micha estaba sufrido uno de sus ataques y lograron auxiliarle. Jack, el perrito, ha sabido adaptarse a la vida de Micha y ha desarrollado aun más la capacidad de comunicación en torno a las actitudes de Micah.
Con el tiempo los ataques han cesado, Micha ya cuenta con 36 años, puede leer y comprender la lectura, la familia ha sabido agradecer a Dios que de su mano y con fe, se pueden lograr cosas sorprendentes.
Hace unos días leí que después de años de estudios, todo parece indicar que el cerebro de un niño autista no difiere del de otros, salvo en un punto(no recuerdo cual ahora mismo) que por lo que se ve tiene un «fallo de temperatura» Me explicaré…
Al parecer, en esa zona, cuando el autista tiene fiebre,¡la situación tiende a normalizarse! Este descubrimiento ha llenado de esperanzas a la comunidad científica, pues abre la posibilidad al desarrollo de tratamientos que logren (sin sus inconvenientes), lo mismo que la fiebre.
De la fe, o de las formas de vivir sus variados conceptos, no voy a pronunciarme. Pero, aunque supongo que no me estará leyendo, aprovecho la oportunidad para mandar(con vuestro permiso) todo mi cariño a un niño al que llevaban a un taller de verano donde yo trabajaba. No recuerdo su nombre, ni el del estupendo muchacho que le cuidaba. ¡Han pasado más de veinte años! Pero siempre que le recuerdo, rememoro el día en el que, rodeado de otros niños, de repente se intereso por el tema de los animales, y cuando un niño dijo «perro», el repitió:»¡Perro!» Todos quedamos de inmediato adheridos a él. Ansiosos le preguntamos si le gustaban los perros…»Sí», respondió. Luego volvió a su mundo. Pero ese segundo llenó toda la hora de aquel día, y no recuerdo a nadie que no sonriese feliz y satisfecho. Fue uno de los mejores días. Fue un día de cariño, que creció con respecto a él desde ese momento.
Ya dije que mi fe es particular. Y creo que como decían en «Memorias de África», reza bien quien bien ama…
Todo mi amor para ti muchacho, donde quiera que estés.
Lamento el excesivo tamaño del comentario, y que realmente no esté muy relacionado con el libro.
Preste Juan, agradecemos tu comentario, que más que eso, es un testimonio de milagro, de vida, de amor.
Que te encuentres bien donde quiera que este.
P.D. Si tu fe no muere, algún día ese niño podría leer tu comentario.
Abrazos.