Juan Bautista Alberdi fue un activo exiliado antiterrorista en Montevideo, donde se dedicó al periodismo militante y a escribir diferentes obras teatrales. Cuando Montevideo fue sitiado y perdida toda esperanza de poner fin al régimen de Rosas, realiza un largo viaje por Europa en el año 1843.
Seguramente que la naturaleza es bella en Italia, pero es necesario no desconocer que los prodigios de esa belleza son casi exclusivamente obra del arte y la labor del hombre. Sin aquella tierra , creada y fabricada por la mano de la industria, digámoslo así; sin aquellos árboles sembrados, educados, alineados por el arte, sin aquellos edificios de perspectiva tan graciosa, aquel país seria bello todavía indudablemente, pero de una belleza no mayor que la familiar a España, África o América. ¡Oh! En cuanto a la América, es cosa enteramente distinta. Yo haré justicia a todo cuando se diga de ciertos países meridionales de Europa; pero al hablar del ponderado cielo de la Italia, diré que los lagos de Suiza son menos risueños que los blancos raudales del Paraná, sembrando de floridas islas, y desnudos sus horizontes de montañas que le quiten la luz, diré que los torrentes y accidentes sublimes de la Saboya, tan parecida a Grecia según M.Chautebriand, me han parecido menos grandiosos que los que ofrece Tucumán, donde el arte italiano podría encontrar tipos de imitación que la fantasía humana es incapaz de concebir. Es que la belleza de América, falta el manto prestigioso de la celebridad, ese lustre dado por la mano del tiempo, y que presta a los objetos el auxilio de la imaginación, partidaria eterna de la belleza lejana y de los encantos pasados y muy especialmente la magia del poeta que hace subirle azul del cielo y el bermejo de los rosas. No sabemos cuanto debe a esta hora el arte europeo a las magnificencias naturales de la América; pues baste decir que en ellas bebió sus más grades inspiraciones el autor de ‘Atala’ y ‘Los Natches’, decano y maestro de los poetas de este siglo. Mientras que cantor americano le sucede a veces que escribe versos sobre la luna de Italia, a la luz de la luna de América, que suple a su lámpara; paseando por azucenas y yerbas sahumadas, lee con entusiasmo las descripciones de la Suiza y recostado bajo las forestas del Paraná, sueña en los prodigios de Oriente, mientras los pájaros dorados cantan a su oído y se pasean por sus miembros embargados de sueño.
Este artículo cuenta con fragmentos de Recuerdos de mi viaje y otras páginas, de Juan Bautista Alberdi.