Antes de entrar ya observo tu figura postrada contra la pared. Silenciosa, inerte. Tu luz emite un leve haz que atrae a todas las miradas. Eres menaje perpetuo de tascas, bares y fondas. Un testigo mudo de la historia, de la vida en el bar. En tu figura siempre se plasma idílicos paisajes, damas de arañazo y beso, caballos con vaqueros. Me sitúo frente a ti apoyándome con una de mis manos en tu duro cuerpo. Rebusco la limosna en mi bolsillo. Un puñado de monedas que me dotaran del poder suficiente para extraer el pecado de tus entrañas. Voy vaciando las monedas en tu interior mientras observo el abanico de placeres que ofrecen tus ojos. Me declino por uno y pulso. Entonces tu engulles las monedas, entonces tu escupes de lo más profundo de ti mi cajetilla de tabaco. Eres la dama de la muerte, la fiel portadora del humo. Con tu fruto entre mis manos, me alejo sonriendo, desvirgando el virginal plástico de tu retoño, devorando el humo y el veneno. Vuelvo a sonreír mientras pienso en la próxima visita que te haré, Madame Boulevard.
Magnífico. Te tenian que contratar las tabaqueras como publicitario. Muchacho que bueno!
Leches, me apetece un pitillo y no estoy borracho. Que grande eres! Nos vemos en los bares.