Todo se transforma en un abismo de irrevocable soledad y melancolía. La tinta de mis versos sudan la fiebre de un corazón latente bajo la mortecina luz que ofrece la luna.
Observo figuras fantasmales, tal vez presagios del pasado, náufragos del alma, ante la piel que anhela la calma.
Conozco el tormento, su delirio y dolores, pero no su causa. Aparece de forma imprevista arrancándome sonrisas y apagando la mirada. Y justo cuando la asfixia acaricia mi cuerpo, todo cesa y alcanzo una especie de éxtasis. Es en ese instante cuando la vida continúa su curso.
fotografía es propiedad de : Ayanai