Veo batir sus alas en hipnótica espiral sobre mi cuerpo. Siento las sombras de sus cuerpos acecharme con sigilo, esperando el último momento para hincar sus garras en mis carnes. Y una dama de funestos ojos pasear a mi lado, observándome en silencio mientras sostiene en su mano la balanza estéril de la vida. Todos los días la misma imagen me persigue, ellos en el aire, ella en la tierra. Al principio me inquietaba sus presencias y devoraba los días con un ojo hacia ellos y el otro hacia la vida. Fue inútil ensimismarse en su presencia, pues jamas serán seres esquivos. Finalmente me acostumbre a tenerlos cerca comprendiendo que la muerte es algo que siempre nos acecha y que debemos continuar la vida, vivir hasta que muramos, morir cuando no vivamos.
«No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y alegre.»
Stefan Zweig (1881-1942) Escritor austriaco