Entre un charco de sangre, Marta se debatía entre la vida y la muerte. Corrí hacia ella y pude captar su última bocanada de aire envolviéndome una sensación amarga. Mis lágrimas acompañaban a la incesante lluvia, de rodillas junto a ella la observé, incluso mientras caía en los brazos de la impasible muerte seguía estando bella: su suave pelo negro de terciopelo acariciaba el áspero asfalto, unos ojos de luna eclipsados para siempre, sus labios dos plumas de fuego extinguidas por un río desbordado que emanaba de su boca. Le cogí la mano y ella intentó apretarla, quiso pronunciar alguna palabra pero su sonido se perdía entre el asombro de la gente. La contemplaba, sería la última imagen que tendría de ella, su cuerpo se apagaba lentamente, ella se marchaba para siempre, ya no vendrá más a cenar, no podré volver a besarla, su risa antes jovial ahora es un sonido amargo, atormentando los días grises venideros. ¿Quién abrazará mis miedos? ¿Quién llenará de luz mis días? ¿Quién me hará sentir vivo? Todo se quedó en silencio. En una funda de cuero se marchó para siempre.
«No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda»
Woddy Allen
Que grande es Woody