La perseguía por toda la calle. Se había marchado de mi apartamento dando un portazo, dejando un olor a ausencia que traspasaba las paredes. Siempre me había preguntado a qué sabría un último beso y ahora me había quedado con la duda pues ella se había marchado sin beso, sin adiós, sin siquiera decir “púdrete mamón” Fue una despedida silenciosa, al igual que los dos años de amorío que tuvimos. Comenzó a llover y la vi parada en un semáforo cargada con sus maletas. Grité y no me oyó. Aceleré el paso. Mi cuerpo cada vez estaba mas empapado y mientras corría tenía que hacer un terrible esfuerzo para no resbalar y darme de bruces contra el suelo. Entonces la alcancé en la parada de autobuses. Su rostro estaba empapado por la lluvia, las lágrimas y el hambre de toda una eternidad. No dijimos nada, nos besamos. En ese momento comprendí que el último beso solo sabía a lluvia y a una incesante duda acerca del mañana.
«Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?»
Jacinto Benavente (1866-1954) Dramaturgo y guionista Español.