Escuchen a la hormiga [parte 1 de 2]

 

          Hubo una vez, un pueblo de hormigas que eran gobernadas por una rata gorda y pelona. Las hormigas cumplían con su deber, todos los días trabajaban acarreando hojitas en una maquiladora de arbustos, Ah! Pero eso si, muy cumplidoras en el pago del tributo al Rey Rata, que consistía en un gramo de hojas por cada hormiga, que después el Rey (aun no se sabe cómo) lograba cambiar por queso.

 

          En aquella comunidad pacifica, también había (como en todos lados) ocasiones en que alguna hormiga joven, cansada de trabajar en la maquiladora de arbustos, con un sueldo de miseria, y buscando un mejor nivel de vida, alzaba la voz contra el gobierno de la Rata pelona, reclamando que por ley y habiendo cumplido cabalmente con su tributo, merecía mayor salario, derecho a vivienda propia y sobretodo, recibir calidad en los servicios públicos.

 

          Una mañana afuera de la ratonera estaban más de 500 hormigas alzando unos letreros hechos en hoja fresca y gritando, pero de tantas voces, no se entendía frase completa.

          Mientras tanto, dentro de la ratonera los ratones se veían ir y venir hacia todos lados; el Rey Rata consultaba a su asesor, un Ratón prieto y cabezón:

 

      – ¿Qué podemos hacer para controlar este caos?, justo cuando mañana nos visita nuestro                    Supremo gato.

      – ¡Dios nos libre de que vea semejante espectáculo! –dice el asesor- Yo le recomiendo, mi Rey Rata, que hable con el agitador y lo ponga en su lugar ahora mismo. Pero eso sí, con mucho tiento… y maña.

      – Ve entonces y trae ante mí al agitador, que para eso de las mañas me pinto solo.

 

Continuará…
Autor: Martín Guevara Treviño [Desprenderse al abismo]

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