Estimado señor Joaquín Camotes.
Llegado a este punto y ante el carácter urgente que esta adquiriendo el asunto, me veo en la obligación de escribirle estas líneas.
Supongo que estará impaciente por saber de que manera se desarrollo aquel suceso del que le comente por teléfono. Seguramente a estas alturas, y aun más habiendo sido tan breve lo que comentamos, su imaginación habrá creado un sin fin de hipótesis que ahogan su intelecto. Pero no debe usted desesperar, de momento es demasiado pronto para exponer lo ocurrido aquella noche en la que conocí a la dama en cuestión. Ocurrió en extrañas circunstancias, tan extrañas que todavía me he visto incapaz de darle una explicación lógica al desenlace que adquirió dicha historia, es por ello que debe usted tener paciencia y comprender que hasta que no esclarezca los hechos me veo impedido en comentar con usted el suceso de marras. Si le diré de antemano y con la intención de que usted confíe en mi inocencia, en que yo no tuve nada que ver con la aparición de aquel cadáver en mi cuarto. Usted me conoce desde hace tiempo y creo que nunca he dado muestras de ser un asesino despiadado. Se podría decir más bien, que en esta sociedad yo represento un papel de hombre despistado, una persona incapaz de precisar y admirar la mayoría de los detalles importantes de esta vida. Sólo le pido eso, que confíe en mí como ha hecho hasta ahora y me de tiempo a ordenar mis ideas. Llegado ese día, le prometo por lo que más quiero, que será usted el primero en enterarse, pero hasta el momento no le puedo confesar nada más.
Aprovecho esta carta para saludarle atentamente y desearle una feliz espera. Seguiremos en contacto.
Atentamente L.M.C.