El café tenía poca concurrencia, llego antes que yo a la cita, nos sentamos en un rincón del local lejos de las ventanas. Descubrí que su nombre era Andrea, su sonrisa tan limpia como la nieve del pico de una montaña. Cenamos, me platico de su desventura, que llevaba ocho meses buscando empleo infructuosamente, y que los que parecían otorgarle siempre llegaba una persona recomendada y a ella la mandaban a dar más vueltas.
Vivía en el rincón de con una amiga pues no podía pagar un alquiler, esa noche comió como previniendo hambruna para una semana, se fueron mis pesos de ahorro después de que quebré mi alcancía se había ido mi capital de reserva, pero daría eso y más por ella, mi corazón palpitaba emocionado al contemplar como masticaba su comida.
No lo dude más, ofrecí mi hogar lanzando mis palabras con tiento para no causarle desconfianza, se lo brindé de todo corazón. Ella acepto de inmediato, su amiga tarde o temprano acabaría por echarle y era mejor salir por lo sano. Le dije que acudiera por sus pertenencias, a lo cual me dijo que no tenía ninguna, que lo que llevaba puesto era ropa en préstamo que su amiga le daba.
El mesero se llevo todos mis ahorros mientras optamos por tomar la salida, caminamos despacio disfrutando de la noche, eso no nos lo cobraban, era gratis. En casa la instale en mi recamara mientras yo opte por irme al sofá.
No pude dormir en toda la noche por la emoción que me causaba saber que estaba tan cerca de mi, despacio con mis pies descalzos sobre la alfombra camine hacia la puerta de la habitación, pegue mi oído en ella y escuche sus ronquidos, imagine que seria una ternura durmiendo. Regrese al sofá tratando de conciliar el sueño. No lo logre.