4. 3. Referencias implícitas
Las referencias implícitas o indirectas son algo más complejas, puesto que exigen el conocimiento previo de otras obras literarias. Por ejemplo, no podremos apreciar las referencias indirectas al Cantar de Mio Cid si no hemos leído antes la obra.
Ya que hablamos del poema épico más famoso de la literatura española medieval, vamos a ver directamente las referencias que a ella se hacen en esta obra. En primer lugar, una referencia muy indirecta es la que se menciona en el capítulo 127, cuando dice: «su yerno, que hubiera sido un buen vasallo, llevara camino de ser un mal señor» (2009: 293). En esta cita se alude a medias directa y a medias indirectamente al principio del Cantar de Mio Cid, exactamente al verso 20: «Dios, que buen vassalo si ouiesse buen sennor!». Quien no conozca el cantar épico, no localizará esta referencia al leer la novela.
Más tarde, en el capítulo 232 se hace de nuevo lo mismo, aunque esta vez sí se aportan datos que ayudan al lector a percibir la referencia implícita al Cantar de Mio Cid. Dice lo siguiente:
«Como en una gesta medieval, salió la hija (…), una niña delicada frente a la rudeza del forajido, una niña de nuef años a ojo se parava, Çid, en el nuestro mal vos non ganades nada, esto la niña dixo e tornós pora su casa, para ofrecer las primicias de una comida rústica elemental» (Hidalgo Bayal, 2009: 496).
En este fragmento sí podemos ver varios datos que facilitan la comprensión de la cita: en primer lugar, la mención de la gesta medieval (gesta como cantar, no como hazaña); en segundo lugar, la edad de la niña y el vocativo al Cid; y finalmente, la parataxis propia de la épica, es decir, la separación de frases mediante comas y no mediante puntos.
Otra cita parecida a las dos que acabamos de explicar es la que corresponde al Libro de Alexandre. Este es el fragmento ilustrativo del capítulo 141: «el santo vertía los significados y el juglar, acomodando silauas contadas, que es grant maestría, fabló curso rimado por la quaderna uía» (op. cit. 322). Alude directamente a la famosa segunda estrofa del Libro de Alexandre, la cual sirvió para introducir el mester de clerecía. Igual que en el ejemplo anterior, el lector que no conozca la obra citada no apreciará el guiño literario.
Del mismo tipo es la referencia que se hace en el capítulo 153 al Quijote de un modo distinto al que hemos visto en las referencias explícitas: «Entonces exclamó. Nadie sabe ni puede saber qué, pues hay alguna discrepancia en los autores que de este asunto escriben, pero todos sostienen que exclamó» (op. cit. 355). Se asemeja este pasaje al principio de la gran novela de Cervantes, cuando en el primer capítulo dice: «Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana» (2008: 144).
En el capítulo 147, después de comer, dice Justo Vizcaíno (Hidalgo Bayal, 2009: 339): «Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados», exactamente la misma introducción que hace don Quijote a su famoso discurso sobre la edad dorada en el capítulo XI del Quijote de 1605, cuando ante unos cabreros don Quijote pronuncia un discurso sobre la dignidad del Siglo de Oro.
Y para terminar con las referencias, hablaremos de una secuencia cuyo texto preferimos no mostrar aquí, una secuencia en la que se relata cómo un personaje abarca diferentes tipos de lecturas y se hace así una referencia indirecta o implícita a la novela rusa, a la literatura inglesa, italiana, francesa, etc. Se trata del capítulo 171, uno de los más hermosos de la novela, que merece la pena releer. Y también queremos hacer hincapié en que hay otras muchas referencias que no se han recogido en este análisis, como un momento en que habla de la sombra de los cipreses y hace referencia muy indirecta, quizás la más indirecta de todas, a la primera novela de Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada. El resto de las referencias, sería interesante que cada lector las extrajera de su atención.
5. Conclusión
El narrador de El espíritu áspero es uno de los mejores hallazgos del autor, quizás el aspecto más interesante que analizarse se pueda. Es obvio que el autor gusta de los clásicos de las letras españolas: el Quijote, el Cantar de Mio Cid, el Libro de Alexandre, entre otros. Aunque a lo largo de esta novela abunden datos de gran interés, como el tempo narrativo, los personajes secundarios formados en grupos, la importancia de la lengua y la prosodia y su tratamiento intercalado con la narración a modo de ejercicio de estilo, hemos considerado que nuestra labor había de ser más precisa y, para ello, decidimos centrarnos en la figura del narrador, de la cual seguramente se pueda decir mucho más de lo dicho en las páginas anteriores.
Jorge Andreu
BIBLIOGRAFÍA
–CERVANTES, Miguel de (2008): Don Quijote de la Mancha I, Madrid, Cátedra, 27ª edición revisada y actualizada, John Jay Allen (ed.).
–HIDALGO BAYAL, Gonzalo (2009): El espíritu áspero, Barcelona, Tusquets, Colección Andanzas.
–LINDO, Elvira (2008): Una palabra tuya, Barcelona, Seix-Barral, colección Booket, 3ª edición.
–VILLANUEVA, Darío (1989): El comentario de textos narrativos: La novela, Madrid, Ediciones Júcar.