1. Introducción
Este trabajo no sólo no pretende ser un estudio de carácter científico, ni siquiera una guía de lectura para quien tras ver esta información se enfrente a la obra analizada, sino sólo un conjunto de impresiones de lector y semejanzas con otros elementos presentes en otras obras literarias, con la única intención de sacar a relucir aspectos que quizás algún lector no perciba, para de ese modo enriquecer su experiencia. Para ello, nos limitaremos a exponer y explicar brevemente los conceptos técnicos que emplearemos y a ilustrar la información con ejemplos tomados del libro. Así pues, hemos considerado desde un principio que lo más importante de El espíritu áspero de Gonzalo Hidalgo Bayal es el narrador, sin restar por ello importancia a la perfecta configuración del personaje principal, el de don Gumersindo, así como a las reflexiones sobre la lengua y, más concretamente, el latín.
Por la importancia que hemos visto en el narrador de la novela, hemos dividido este análisis en tres partes: el narrador como elemento de la narración, es decir, el punto de vista; en segundo lugar, la situación del narrador en la diégesis, lo que hemos denominado “afán de cronista”, así como su relación con el esquema narrativo del Quijote; y por último, el narrador como erudito que se dedica a recoger citas de manera directa e indirecta, intercalándolas en la narración.
2. Narrador heterodiegético con mezcla de homodiégesis
El narrador de El espíritu áspero es el mismo autor de la novela: Gonzalo Hidalgo Bayal. Lo sabemos porque a lo largo de la narración habla de sí mismo en primera persona y dice que el personaje principal lo llama Bayal. Entonces tenemos un narrador en primera persona que cuenta la vida de otro personaje. Es algo no demasiado novedoso, pero sí interesante. Con todo, puesto que narra la vida de otro y la aparición de la primera persona es escasa —aunque se acentúa mucho más adelante— , la voz narrativa que predomina es la tercera persona, narrador heterodiegético, según la terminología de Gerard Genette, pero mezcla de heterodiégesis y homodiégesis: he aquí el ingenio del autor, que no aparece como personaje en cuanto que no participa activamente de los acontecimientos narrados, pero que sí aparece como testigo porque a veces los personajes han hablado con él. De manera que es una mezcla de narrador homodiegético (aparece como personaje) y heterodiegético (no aparece como personaje, sino que se limita a contar la historia de otros; es el narrador tradicional en tercera persona).
Este rasgo del narrador que habla en primera persona y cuenta la historia de otro aparece en otras novelas. Pongamos como ejemplo Una palabra tuya, de la escritora gaditana Elvira Lindo, creadora del conocido personaje Manolito Gafotas. En esta novela, que ganó el premio Biblioteca Breve en 2005 y fue llevada al cine en 2008, se encarga de la narración una de las protagonistas: Rosario, una barrendera que cuenta al mismo tiempo su historia y la de su compañera Milagros, amiga de la infancia. Lo que parece difuso es cuál de las dos es realmente la protagonista de la historia, porque puede haber muchas interpretaciones. Pero lo que nos interesa es el hecho de que es Rosario quien cuenta la historia, aunque en ella sí aparece como personaje a diferencia de la novela de Bayal, pero nos inclinamos más a pensar que la historia que cuenta Rosario es más bien la de su amiga Milagros, y no tanto la suya. En este sentido, se diferencian ambas novelas en que en la de Elvira Lindo la narradora aparece como personaje y participa en la acción principal de la historia, y en la de Gonzalo Hidalgo Bayal el narrador no participa en la acción, sino que se limita a contar. De ahí, quizás, lo que hemos llamado “afán de cronista”, que analizaremos a continuación.
Pero antes hemos de detenernos en un aspecto importante del narrador, que viene muy ligado a lo que acabamos de decir: se trata del llamado autor implícito (Wayne C. Booth), que consiste en intercalar reflexiones en primera persona en mitad de la narración, deteniendo así la historia durante su discurso. Este discurso, metanarrativo las más de las veces, sirve para que el lector se dé cuenta de muchas cosas en relación con los personajes: algunos preocupados por la creación musical, otros preocupados por la creación literaria, don Gumersindo preocupado por la lengua y todas sus vertientes.
Finalmente, es también destacable la relación que tiene el narrador o autor de la obra con el personaje principal: son compañeros de trabajo, ambos son profesores y amigos. El hecho de que el narrador, como autor, conozca en persona al protagonista, además de añadir verosimilitud a la historia, se asemeja en mucho a la técnica galdosiana de contar la vida de un amigo.
Así pues, tenemos un narrador omnisciente que cuenta la historia en tercera persona y conoce los pensamientos de algunos personajes por los testimonios escritos de don Gumersindo, quien también, por otra parte, intuye los pensamientos de los otros personajes. Todo un revuelto de esquemas narrativos que, sumado a la enorme variedad lingüística, proporcionan bastante riqueza al texto.