El asombroso viaje de Pomponio Flato es la última novela que ha publicado hasta la fecha el escritor catalán Eduardo Mendoza, uno de los grandes literatos de los tiempos que corren. Cuenta el viaje que hace este personaje, Pomponio Flato, ficticio pero con un nombre bastante bien escogido, desde su ciudad natal hasta Nazaret. Corre el siglo I después de Cristo. Lo que Pomponio busca es una fuente cuyas aguas, según dicen, tienen poderes curativos. El personaje sufre de problemas serios de estómago, y su viaje tiene la finalidad de curarse, sin ningún otro propósito caprichoso. Pero el azar es caprichoso, y debido a éste, Pomponio llega a la ciudad en el momento en que han asesinado a un importante y rico ciudadano. El carpintero de este señor es acusado de culpable y será sentenciado, crucificado a la mañana siguiente. Pero el recién llegado se encuentra con la situación y recibe el encargo, por parte del hijo del carpintero, un tal Jesús, de encontrar al verdadero culpable porque sabe que su padre no ha sido.
Este libro es una parodia bastante ingeniosa de la novela policíaca. Somete al personaje a la búsqueda del verdadero asesino por medios locutorios, es decir, cuestionando a los seres más allegados a la víctima y a los principales sospechosos. Es una parodia de la novela policíaca porque sitúa al protagonista en una época tan antigua que mezcla la trama y la intriga con el lenguaje bíblico. Ese Jesús es, por supuesto, Jesucristo, pero reconstruido de una manera completamente distinta a la que citan los textos bíblicos. Y el lenguaje utilizado es, por tanto, ese lenguaje al estilo antiguo que se utiliza para hacer perífrasis continuas donde se podrían decir muchas cosas con pocas palabras.
Creo que este es uno de los mejores logros del libro, el del lenguaje, porque Eduardo Mendoza, una persona tan inteligente y tan culta, con ese manejo del lenguaje, nos sumerge en un mundo antiguo, de la era de los principios del cristianismo, como si estuviésemos leyendo de verdad los textos bíblicos. Pero además de esto, de la forma de narrar y de hablar de los personajes aquí presentes, también hay un rasgo muy importante, y es el siguiente: al igual que en la Biblia (pongo por ejemplo el principio del Evangelio de San Lucas), esta historia está contada como si el protagonista, que es el narrador, estuviera escribiendo una carta a un amigo. La novela comienza así: «Que los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envía, la diarrea es la más pertinaz y diligente». El Evangelio de San Lucas empieza así: «Ya que muchos han intentado escribir la narración de los sucesos que se han cumplido entre nosotros, conforme nos los tienen referidos aquellos mismos que desde su principio han sido testigos de vista y ministros de la palabra, parecióme también a mí, después de haberme informado de todo exactamente desde su origen, escribírtelos por su orden, dignísimo Teófilo, a fin de que conozcas la verdad de lo que se te ha enseñado (Lc I, 1-4)». Con lo cual, hay una importante relación entre el lenguaje y la forma de narrar bíblicos y la novela de la que hablo.
Me ha parecido una lectura muy interesante, muy rápida porque se lee en una tarde, y muy, muy divertida. La recomiendo.