Sólo escucha el ruido de sus propios pasos y el caminar del Agente, un rechinar de puerta le hace entender que el Agente le está cediendo el paso a la Morgue. El frío de la habitación llega hasta ellos, siente miedo pero lo oculta. La Reportera respira profundo y decidida entra. Tras ella el Agente, juntos bajas una pequeña escalinata, encontrándose con diversas planchas de concreto donde estaban cuerpos cubiertos hasta el rostro, completamente tapados con celestes sábanas.
—Al parecer el Comandante no ha llegado aún —dice el Agente.
—Vayamos al grano. No tenemos porque esperarlo, si tan sólo voy a tomar una fotografía —responde la Reportera impaciente.
—Nunca he entendido el trabajo morboso de los reporteros —inquiere el Agente—. Pero tenemos que esperar la autorización del Comandante Balbuena.
—Una fotografía del cadáver de Kenny Doria me tomará un segundo, al Comandante probablemente lo esperemos una hora.
—Está bien —convencido el Agente—. Le diré cuál es el cadáver de la modelo.
La Reportera sigue los pasos del Agente entre las mesas de cadáveres, mientras va sacando de su bolso la cámara fotográfica y la prepara para realizar su trabajo.
El Agente se detiene frente a una plancha y toma la etiqueta que cuelga atada del dedo de uno de los cuerpos. Ambos pueden leer en ella: KENNY DORIA. Suelta la etiqueta y con la mirada en los ojos de la reportera asiente.
—Esta es.
La Reportera se dispone a sacar la fotografía, llevándose el lente al ojo mientras el Agente destapa la parte superior del cadáver.
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