La mirada de Nora se enturbia al volver a mirar a su amiga quién trataba de recuperarse de los golpes.
—Kenny, es Kenny la asesina que buscan —dice Nora con seguridad en su voz.
—¿Era ella? ¡Maldita sea! La tuve cerca y se me escapo.
—Vámonos de aquí, Lucero. —insiste Nora—Ella volverá en cualquier momento.
—Vete tú. Yo me quedo porque quiero atraparla.
—Pero mira lo que te hizo. Podría matarte.
—Olvídalo, Nora. Yo voy a atraparla.
Un ruido las hace volver la vista a la puerta, ven a Kenny en el umbral, con ropas elegantes y con aspecto bello.
—He regresado, después de tanto tiempo hundida en una silla de ruedas recuperándome de la explosión. Metida en un maldito pueblo que no me merecía. Y toda mi desgracia se la debo a ustedes.
—Eres una malvada Kenny, vete por favor. —dice Nora.
—Amiga. No puedo perdonar tu traición. Pagarán golpe tras golpe todos aquellos que me hicieron daño.
—Es una demente —musita entre dientes Lucero.
Kenny la alcanza a escuchar y clava una mirada penetrante a la detective, una mirada de furia.
Lucero mira tratando de no llamar la atención observa que su pistola aún se encontraba sobre el sofá, de un impulso se lanza para tomarla. Kenny se percata y astuta sale del departamento de prisa.
—¡Se escapa! —grita Lucero furiosa.
Tratan de abrir la puerta pero no lo logran, estaba asegurada.
—¡Las llaves! —grita Nora.
—¡Hazte a un lado! —impaciente Lucero.
La detective da un par de balazos a la chapa, logrando abrir la puerta. Corren con precaución escaleras abajo.
Llegan al centro de la calle y ven que la asesina se les ha escapado.
1 comentario en «Diosa de Papel (XXXI Huída)»