—Ya no puedo más con esto. ¡Eres una asesina! Has matado a esa mujer a un ser humano —grita Renata.
—No solo a ella, madre. He matado a otras dos personas —Kenny sonríe macabra.
—No puede ser —asombrada—. Te has desquiciado. No callaré más, te voy a denunciar. ¡No vales nada! ¿De qué te sirve la hermosura, si tienes el alma de un monstruo?
Ante las palabras amenazadoras de su madre, Kenny queda pasmada, observando a Renata dirigirse al interior de su casa. Con voz tierna e inofensiva hace que Renata se detenga.
—Mamita…
Renata da media vuelta y observando a su hija con el azadón en sus manos lista para atacarla. Asustada avanza despacio tratando de calmar a su hija.
—No, hija. Ya no cometas más atrocidades.
—No, mamá. Seguiré siendo la mejor… la más bella.
Sin dar tiempo a nada, deja caer el azadón contra la pierna de su madre haciéndola caer al césped entre sangre y gritos de dolor.
—¡No vales nada! Cualquier humano tiene mejor corazón que tú. —Renata grita desesperada —¡Estas loca!
—No, mamá. Yo valgo más, más, más que todos. Soy una diosa terrenal. ¡Una diosa lo oyes! Una diosa.
Renata se arrastra sobre el césped tratando de alcanzar las tijeras tiradas a su lado… Kenny percatándose de su intento avanza hacia ella pisando la tierra mojada y dando furtivamente un golpe con el azadón que arranca la mano de su madre.
Los recuerdos se borran de inmediato de su mente. Ella seguía conduciendo su automóvil con las manos apretando el volante, su rostro inexpresivo, escapándose de sus labios una palabra llena de ternura.
—Mamita.
Como un relámpago vuelven los recuerdos a su memoria. Se encontraba en aquel café frente a Sergio Blasco, él daba un sorbo a una taza de café.
—Y también se quien la asesinó.
Las miradas de Sergio y Kenny se cruzan destellantes.
—¿Cómo lo averiguaste? —sorprendida Kenny.
— Te seguí en mi coche. Nunca pensé que fueras capaz de hacer eso. Las observé desde el estacionamiento, y cuando te vi hacerlo, no supe como reaccionar.
—Esta bien, tú ganas. Me tienes en tus manos.
De un parpadeo repentino regresa a la realidad. Se estaciona frente al edificio de su departamento. Con movimientos seductores y elegantes baja del automóvil.
28.
En la cocina del departamento, Nora preparaba los alimentos. Logra escuchar pasos lentos, sigilosos, poniéndola nerviosa, contiene el aliento, la expresión de sus ojos refleja pánico. Ante su vista aparece, Kenny, volviéndola a la tranquilidad.
—Ya llegué.
—Ah! Eres tú —dice Nora con alivio.
—¿Esperabas a alguien más? ¿Estas asustada?
—No, pero estoy asustada. Con eso de que anda un loco suelto. Una no para de sustos.
Nora vuelve a su quehacer, lavando unas verduras en el fregadero, dándole la espalda a Kenny.
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