7.
Josué Balbuena sentado tras su escritorio conversaba inquieto con el agente Tapia. Una pequeña oficina con los escritorios y las sillas gastadas, decoración amontonada dejando poco espacio para desplazarse, las paredes tapizadas con planos y mapas de la ciudad, algunos retratos hablados, colgados por ahí, y una computadora portátil sobre el escritorio.
—¡Maldito caso! —injuria el Comandante.
—No ha aparecido el arma homicida por ningún sitio.
—Esto debió hacerlo un profesional.
—Comandante, si esa mujer no tenia enemigos…
—Pudo haber sido un maniático depredador.
—Necesitaremos ayuda de la hija de la víctima. Tengo la impresión de que ella sabe más del asunto. Estuvo junto a la victima la noche del crimen, ¿acaso no sospechó nada?
—El asesino se pudo mantener al acecho hasta que la señorita Doria se fue del lugar. Y de ser así, caemos en que la víctima contaba con al menos un enemigo, y eso solo lo puede contestar Kenny Doria, la persona más allegada a la hoy occisa.
La conversación es interrumpida por los sonidos en la puerta, alguien llamaba desesperadamente. El agente Luis Tapia abre dejando ver a la mujer elegante y de vestimenta jovial que atraviesa el umbral con una bolsa de papel en su mano. Se trataba de Nora.
—Disculpen la forma de llamar, pero necesito hablar con el comandante Balbuena.
—Siéntese por favor.
Se acomoda en la silla frente al escritorio del Comandante, no logra disimular su nerviosismo, deposita el envoltorio sobre el escritorio.
—Como recordará, usted estuvo ésta mañana en el departamento que comparto con mi amiga Kenny… ambas somos modelos.
—Sí, las dos son reconocidas en las campañas publicitarias, la mayoría de los hogares las han visto. —sonríe el Comandante.
—No he acudido hasta aquí para hablar de nuestra fama. Hay algo que me ha desconcertado. Le he dado vueltas al asunto antes de venir, pero creo que lo mejor es informárselo a usted.
El nerviosismo se hace visible en el semblante de la joven. Balbuena aprovecha para ahondar en el asunto valiendo ese campo de vulnerabilidad.
—Sea clara.
La modelo desliza suavemente la bolsa de papel sobre el escritorio, acercándola al comandante. Josué vacía el contenido sobre el escritorio, viendo con sorpresa la blusa amarilla con manchas de sangre.
—¿De quién es esto? —interroga el policía.—¿Dónde la ha encontrado?
—Es de Kenny, la encontré en el cesto de la ropa sucia… La llevaba puesta ayer, cuando fue a visitar a su madre.
—Agente, envíe a examinar esto, que hagan comparaciones con las muestras de la víctima.
El agente Tapia usando unos guantes de látex toma la evidencia y la deposita en una bolsa de plástico, saliendo de la oficina con ello.
—¿Cree que su amiga haya sido capaz de asesinar a su propia madre? —Balbuena interrogaba con tiento a la joven.
—No sé que pensar.
—Por favor, no le comente nada de esto a su amiga, hasta no estar seguros. Si resulta culpable, la pondría sobre aviso y estaría usted en peligro.
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