Halloween… creo que era una fiesta, ¿no? Una fiesta americana en la que los niños salen por la noche, vestidos de fantasma, de zombi, de esqueleto, de muertos en general, y van pidiendo dulces por las casas diciendo esa frase de “truco o trato”. Si les dan caramelos, se interpreta como “trato”, y si no se los dan, se interpreta como “truco” y se gasta una broma, siendo la más común arrojar huevos o espuma de afeitar a la puerta de la casa. Bien, divertido.
Hoy el Halloween no es lo que era, y no se puede hablar de Halloween como tal. Hoy la noche de los muertos se ha convertido en noche de los insultos, noche de los huevazos, noche de las broncas, noche de los macarras –no macabros– y las estupideces. Hoy no se puede hablar de esta fiesta como un día de diversión, porque la diversión se está convirtiendo cada vez más en la humillación.
El Halloween que yo conocí cuando era pequeño era el Halloween de verdad, quiero decir, el adaptado a lo español, pero era una fiesta, en ella nos divertíamos, en ella pedíamos caramelos y decíamos «truco o trato», pero en ella no tratábamos de humillar a los demás tirándoles huevos o acorralándolos contra la primera pared que pillábamos. Eso no era la noche de los muertos, eso no era la fiesta, eso era un mundo hostil, exactamente igual que el que vivimos hoy, pero que se aunaba en una barriada durante una noche.
No sé si fue porque en aquella época éramos, los de mi generación digo, pequeños, o es que el mundo, simple y llanamente, ha cambiado en los últimos diez años. Ambas partes son ciertas, ambas tan injustas. Lo único que sé es que ahora salgo a la calle en la noche de los muertos y los muertos que veo corren más que los vivos, persiguen a éstos, los insultan, los llegan a agredir, y lo peor de todo, utilizan esa broma tan típica de la fiesta que es tirar huevos a la puerta de las casas, pero la utilizan por gusto, no porque hayan pedido caramelos y no se los hayan dado, sino por satisfacción personal, como si al día siguiente fueran a pasar por las casas y se fueran a reír de los dueños que están limpiando el portal. Creo, considero, juzgo que eso no es lo que se pensaba al inventar la fiesta. Juzgo, considero, y sobre todo, creo que eso no da muestras de dignidad, de esa dignidad que dicen que hay que tener para hacer ciertas cosas.
Es posible que me equivoque, porque no he recorrido el mundo y no sé cómo es cada uno de sus rincones. Pero sí sé cómo es el rincón en el que vivo, y conozco la ley por la que se rige la diversión de hoy en día en esta parte del planeta. Ojalá los que viven en la otra punta del mundo no vivan lo que se vive aquí, ojalá ellos puedan pedir caramelos, ojalá ellos puedan hacer tratos entre sí, ojalá ellos vivan tranquilos.
De Halloween, si se puede. De Halloween se trata esta noche. En fin, de eso se trata…