Me encuentro, recientemente, leyendo una de las delicias de los últimos tiempos del siglo pasado, una novela con gran trasfondo filosófico en algunos de sus pasajes, y aún no la he terminado, hace muy poco que la empecé, pero uno siempre va recogiendo migas de pan que otros han dejado en el camino, y la de hoy es una miga importante con la que me he topado en mi camino.
Corresponde ésta, la miga, la Cita Caprichosa de esta semana –jueves, recordémoslo–, a un fragmento de un diálogo que se da entre dos de los personajes de la novela. La novela, por cierto, está ambientada en una abadía, y como tal, todas las ideas que se permiten llevan una fuerte carga religiosa. Este diálogo se centra en la importancia de la risa para el hombre, y creo que es un detalle cuya reflexión deberíamos plantearnos seriamente, aunque esto, precisamente, suene a paradoja.
El hombre ríe por naturaleza cuando algo le hace gracia. Según un libro que leí no hace mucho, y del cual he hablado en otro artículo –El Alma está en el cerebro, de Eduard Punset–, el cerebro actúa de un modo diferente ante cada estímulo dependiendo de cómo éste se lleve a cabo. Pero un aspecto curioso de nuestro cerebro es que siempre predispone nuestra percepción a lo que él «cree» que va a suceder. Por eso cuando algo sucede de un modo contrario a lo que nuestro cerebro esperaba, tiene en nosotros la respuesta de la risa, en su caso –evidentemente, en otros casos no–. La risa, volviendo al tema y sin irnos por la rama, es, cuanto menos, creo yo, necesaria en nuestra vida. Creo, y considero, que la gente debe reír para vivir tranquila. Eso es, en gran parte, lo que se defiende en esta cita –lo que defiende el segundo hablante, frente al primero–. La risa es esencial para nosotros, si no nos reímos, no gastamos la energía que tenemos que gastar y que está destinada a ese fin. De igual manera, la gente también necesita llorar para poder sacar de su interior la angustia cuando ésta ataca.
Por tanto, creo que es necesario plantearse si es importante que una persona ría o no. Yo creo que sí, creo que la risa es parte de la felicidad. No obstante, no significa que alguien sea feliz cuando ría. A muchos nos habrá pasado, ¿no?, estamos tristes en un momento determinado pero hay alguien, también en ese momento determinado, que dice una frase que nos hace gracia y, en consecuencia, reímos. También ocurre al revés, ojo, que no pregono que el que no ríe no es feliz: mucha gente hay que es seria, que no ríe, porque ése es su carácter, y sin embargo es feliz. La naturaleza de cada uno está dispuesta de una manera.
Pero a lo que me refiero en cuanto a la risa, en cuanto a que la risa es importante para nosotros, es a aquellas personas que, como dice el primer hablante de este fragmento, no ríen porque eso conlleva un mal acto. Me refiero al que se contiene de reírse en la calle, o en una cafetería, o en un bar, o en un cine viendo una comedia, o en un teatro viendo una obra divertida, esa gente que no se ríe “por no molestar” y que, por ende, le molesta que se rían los demás. No comparto ese punto de vista. Comparto, más bien, el que Nietzsche llamara «dionisíaco», aquel que adorara la vida aunque ésta no trajese nada bueno, aquel que se riera de las desgracias –propias, que no ajenas– por mirar el lado bueno de la vida. A eso, y no a otra cosa, es, compañeros, a lo que me refiero.
¿Es importante, por tanto, reírse? La respuesta, desde mi escritorio, se escribe de la siguiente manera: «Sí, es importante, es necesario».
«–El ánimo sólo está sereno cuando contempla la verdad y se deleita con el bien que ha realizado, y la verdad y el bien no mueven a risa. Por eso Cristo no reía. La risa fomenta la duda.
–Pero a veces es justo dudar».
Umberto Eco, El nombre de la Rosa