Buenas tardes –o buenos días, según desde el ángulo del mundo en que se mire– a todos los lectores. El jueves llama a nuestra puerta. Con algunos, entre los que me cuento, ya está a la hora del café. Y como hora de café, es el turno de la tertulia, más o menos literaria, a modo de cita recogida de algún libro. La de hoy, la cita, pertenece a una novela, para mi gusto bastante buena, que trata sobre la guerra civil española, y en concreto, sobre el asesinato del padre del firmante. El escritor, Fernando Sánchez Dragó, anunciado queda en el título. Tiene este hombre una característica especial, y es que conoce un gran abanico de vocabulario, que emplea en toda su prosa. Y como esa característica especial, tiene la capacidad de escribir frases bellas al mismo tiempo que narra. La frase que he recogido para hoy, está en mi lista de recolecciones literarias desde hace ya varios meses, cuando leí la novela –cuyo comentario está por aquí, en este blog–. Pero no es exactamente por la novela por lo que me he acordado de sacar de nuevo a relucir esta cita, de echar mano del baúl de los recuerdos literarios. El motivo es mucho más sencillo, mucho más cómico, mucho más alegre en su mayor medida.
Hace cuestión de más o menos una hora, he llegado a casa, después de pasar dos horas de clases prácticas para el carnet de conducir. Llevo ya unas doce clases, no llevo muy bien la cuenta, y no llevo mal nivel. Pero, como todo puede pasar, la clase de hoy no ha sido mi mejor experiencia al volante. Por ese motivo, que no puede ser más simple, me he acordado de que tenía guardada en el cajón esta cita. Deberían haberme visto al volante esta tarde. No han sido errores los que he cometido hoy en clase, no, han sido, podríamos llamarlo así, tonterías. Los errores más simples que se le pueden presentar a uno en el momento que menos los espera.
Pero he hecho algo que, meses atrás, incluso años, no hubiera hecho ni a la de tres: reírme de mí mismo, decirme lo tonto que he sido al tener tal equivocación. Ese aspecto nunca lo hubiera sacado a relucir meses atrás o años atrás. Hoy, sí. Hoy, con cada tontería que hago, siempre que yo mismo lo considere una tontería, no hago otra cosa que reírme. Por eso, y no por otra cosa, la cita de esta semana, recogida sin la menor intención de escribirla para hoy, pero como se ha dado el caso exacto, la he escogido. Y digo el «caso exacto» porque también hay gente que se ríe de los demás, hablando sólo del volante –no nos metemos en otros campos, que mucho, mucho hay que decir–, gente que, posiblemente, cometan errores mucho peores de los que he cometido yo hoy. Así que, para todos aquellos que se ríen de la gente sin tener derecho, y también para aquellos que, como yo, han aprendido a reírse de sus errores y al mismo tiempo tratar de corregirlos, va destinada esta cita.
Espero que les guste. Y ríanse de sí mismos, es más sano que otras cosas…
“Quien no se ríe de su sombra, no se ríe de nada, pero sabido es que entre el reír y el llorar no hay mucho trecho.”
Fernando Sánchez Dragó, Muertes paralelas