Brujas Infiltradas (83 La cueva)

   Conforme ibamos avanzando nos encontrabamos con una multitud mayor de gente, corriendo, gritando, empuñando antorchas, algunos enloquecidos escupian hacia nuestro vehículo, hasta que por fin llegamos hasta la entrada de la parroquia, descendios de prisa y golpeando a la puerta nos abrieron de inmediato. Fuimos recibidos por el sacerdote Segovia quien cerro la puerta con una gran tranca de madera, después de que hubimos penetrado. Observó a las mujeres invitandonos a seguirlo rumbo a la biblioteca.

   —Estuve leyendo en los libros de la biblioteca —dijo mientras avanzaba—. Existen cosas muy interesantes que no debemos dejar pasar.

   —¿Qué cosas? —interrogué.

   —La más importante, Marco. Tenemos que dirigirnos al nido, a la cueva de la que son dueñas. Ahí llevan sus ritos de procreación, de ahí ha de salir su estirpe para dominarnos por completo. Debemos llegar antes de que ellas tomen el control total. Llegaremos directo a la iglesia de Villa de Rosales, ahí encontraremos el camino.

   En la biblioteca nos encontramos con Azucena, cayada, atemorizada, en realidad todos los presentes sentiamos que estabamos viviendo dentro de una pesadilla, todo aquello no era nada parecido a la concepcion de la realidad, al menos no a la realidad que pintaba en un mundo normal. El sacerdote puso en mis manos un machete reluciente, lo enfundé en el cuero.  Él hizo lo mismo con otro igual, su mirada indicaba que era el momento de partir a nuestro destino, ya nada podriamos hacer en aquel lugar, el enfrentamiento con las brujas era inminente. Despacio se acercó a mí y con las punta de sus dedos acarició el dije de media luna que llevaba en mi pecho.  Pensativo se volvió a ver el libro abierto que yacía sobre el escritorio, después de observarlo lo cerró energicamente.

   —Estamos preparados —dijo en un murmullo.

 

   El reloj de pared en la biblioteca marcaba las 21:00 horas cuando salimos de la iglesia.  Nos pusimos en marcha hacia la calle, subimos a duras penas para acomodarnos en el vehículo, antes guardamos las armas en la cajuela.  Conduje con dificultad entre la oscuridad, fuimos a parar a una central de gasolina, lucía solitaria, abandonada, un bote de basura rodaba en un rincón movido por el viento.  Descendí del coche junto a la bomba de gasolina y me dispuse a cargar el tanque. El viento me producía escalofríos tormentosos, el silencio entre la oscuridad sólo rota por algunos faroles que encendían y apagaban por un mal contacto al mecerse al compás del aire.  La apacibilidad del lugar me hacía dudar y albergaba el temor a cada momento, la manguera seguía cargando el tanque con gasolina, miré la bomba que seguía avanzando la numeración.  El ruido de un motor me puso en alerta, lo vi de frente , era una pick up en color blanco, con las luces apagadas,  esquivé el golpe saltando hacia el suelo algunos metros del lugar, pude observar a la pick up golpear el Ford Tempo en la defensa trasera haciendolo girar hacia delante arrancando la manguera de combustible hacía el suelo.

Continuará…

Autor: Martín Guevara Treviño

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