Durante la cena nos informamos mejor, dijo llamarse Elisa Carpe, sobrina del General Garza Medina, el cual nunca tuvo hijos, y ella era la única que velaba por él, después de que sus padres fallecieron en un accidente. Ahí mismo me entere que es diez años menor que yo y que no tiene compromiso amoroso, su intención es recuperar en la oficina de gobierno el papel comprobatorio de su nacimiento en el vecino país y continuar su viaje a San Antonio.
Después de la cena nos sentamos a platicar de una manera más cómoda en la sala. Carolina se enfocaba más a sus gustos de ropa, peinados y modas, cuando mi interés era conocer a fondo su personalidad, descubrir y lograr recordar donde había visto ya antes aquella mirada.
El viento fresco empezó a colarse por las ventanas abiertas, un ligero olor a tierra mojada inundo el ambiente. Elisa en un instante se levanto de su asiento y cerro la ventana más próxima.
—La lluvia comienza a caer y este viento nos puede enfermar. —sonrió amable al mirarnos—. Existen cosas del atardecer que son malas.
—Es hermoso poder ver caer la lluvia.
—El agua purifica, doctor.
Me sobresalte al escuchar su comentario, pero me tranquilicé luego de observar que ella tomaba la fotografía que yacía sobre la repisa de la chimenea, donde aparezco vestido con bata de medico al lado del tío Camilo.
—No soy doctor, señorita Elisa. —sentí que mi voz estaba a punto de traicionarme—. Hace mucho tiempo lo fui, pero ahora ya no.
Autor: Martín Guevara Treviño
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