Mis ojos trataron de ignorar la escena, trate de encerrarme de inmediato en una burbuja, seguí mi marcha hasta la iglesia donde me encontré con el Sacerdote Segovia en la biblioteca eclesiastica.
—Encontré algo importante —dice el sacerdote.
—¿Acaso ya sabe cómo deshacernos de ellas?
—El libro que pensamos dio inicio a todo esto, no sirve de nada. Ellas buscan otra cosa —su mirada se clavó en mis pupilas—. Ellas buscan un varon para reproducirse. Para que su estirpe se siga existiendo, y solo pueden hacerlo con un brujo-macho.
—Entonces a quienes debemos eliminar es a los brujos-macho —reflexioné.
—En la cacería que se llevó hace trece años se dio muerte a casi toda su maldita raza, algunos pocos lograron escapar y ahora quieren reforzar su imperio desesperadamente… No deben tener machos para continuar o al menos no muchos.
—Nosotros debemos dirigir el ataque a los machos.
El padre Segovia solo me miró con asentimiento. Tomó un grueso libro de pastas grises colocandolo sobre un escritorio junto a la ventana que da al patio de la iglesia, abre el libro buscando con su dedo índice la lectura.
—Aquí está —dice el padre—. Oración contra entes del mal.
—¿En verdad cree que servirá ésto de algo? —digo con escepticismo.
—No menosprecies el poder de Dios, Marco. El nos salvará.
Entra en la biblioteca la mujer con vestimenta de gitana,arreglandose en cabello con las manos, Azucena, saludando amablemente. Su cara de modorra llevaba la impresión de que se acababa de levantar de un sueño tranquilo.
Autor: Martín Guevara Treviño
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