Brujas Infiltradas (53 odigele)

   —Te soy sincero, Marco. Conocí perfectamente a tu padre, y sé que la amó como ningún hombre a una mujer. Tu madre fue el amor de su vida. La historia de ese asesinato nunca cupo en mi cabeza, pero no existe otra explicación. Así fueron los hechos.

     El automóvil se detuvo justo frente  a la puerta de la tienda de vinos, descendí y el doctor me despidió con un ademán, el carro siguió su curso, busque las llaves en la bolsa de mi pantalón y abrí la puerta. Dentro de la tienda percibí un ligero olor a incienso quemado, el silencio que envolvía el ambiente me hizo agudizar el oído.     Avance despacio hasta la última estantería que contenía los licores nacionales y su pasillo permitía llegar a los sanitarios de la tienda. Mi asombro llegó a tope cuando descubrí en la pared un mensaje:

odigele

El líquido con el que habían escrito aquello aun escurría por la pared. Era sangre.

*

     Tardamos más de una hora entre Roberto, Simona y yo, colocando columnas de ajos en las puertas y ventanas, también rodeamos la casa con una larga línea de sal a orilla de las paredes, así mismo un crucifijo que medía cincuenta centimetros de alto, lo pusimos en la pared sobre la puerta de entrada. Simona quemó unas piedras de incienso que colocó en un pequeño plato de latón sobre la mesita de centro, además de que no dejaba de susurrar entre labios algo que percibí como oraciones.

Continuará…

Autor: Martín Guevara Treviño

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