Me detengo en lo alto de la escalera, echo una mirada hacia el pasillo distinguiendo las puertas cerradas de las habitaciones de mi hermana Carolina y de nuestra huésped, la señorita Carpe. Desde aquí logro escuchar los truenos de la lluvia, una lluvia ensordecedora, mientras bajo las escaleras un estruendo se escucha con gran poder, se trata sin duda del rugido celeste más sonoro de toda la tormenta de esta noche. Me estremezco al momento que el reloj de la pared de la sala de estar suena con su cu-cu característico marcando las doce de la noche. Tomo un vaso con leche de la cocina y me dirijo a caminar por la sala para relajarme un poco. Un escalofrío se apodera de mi, al instante que me percato que la ventana se encuentra abierta dejando entrar el frío y la lluvia. Coloco el vaso con leche sobre la mesa de centro y me dispongo a cerrar la ventana, mojándome un poco los puños de mi ropa de dormir. Tomo un ejemplar del librero que esta junto a la chimenea y encendiendo una lámpara junto al sillón individual, me dispongo a leer, tratando de relajarme.
Llevado un tiempo ya sobre la lectura, un ruido me hace volver la mirada hacia mi derecha. Al principio pensé que era una más de mis alucinantes sueños, al verla así como se encontraba. Estaba ella parada tan cerca de mí, no logro comprender lo sumergido que me encontraba en la lectura que no escuche un solo ruido de su acercamiento.
Autor: Martín Guevara Treviño
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