Esperaba, impaciente, indeciso, la llegada de una idea, la llegada de la musa, la inspiración para cubrir de pintura el lienzo en blanco que tenía ante sí. Pero nadie acudía a la estancia, nadie se acordaba del artista que en otro tiempo fue, nadie, ningún ser querido, ningún amigo, ningún fan. No se acordaban de lo que había llegado a plasmar delante de un lienzo como el que ahora le miraba insatisfecho, decepcionado por no aportar nada. Tiró, entonces, desesperado, harto de aguantar la tensión, el pincel por los suelos, la tableta acompañándolo, y rajó con una navaja la blancura del que podía haber sido un hermoso cuadro. Y en cuestión de segundos, cuando una raya gris ya cruzaba toda la superficie otrora blanca, algo acudió a su cabeza, algo bueno, interesante, útil, sutil y verdadero. Trató de restaurar lo que había roto, pero era demasiado tarde…
«La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.»
Pablo Picasso.