Cada vez que abro, cuando el tiempo me lo permite y el sueño no se apodera de mí, un libro por la noche y comienzo a leerlo, cada vez que paso los ojos por las líneas progresivamente, cada vez con mayor velocidad, cada vez con más concentración, vivo una experiencia incomparable. Es como si las letras combatieran el sueño, es como si Morfeo dejara de llamarme porque el libro me atrae más, como si no quisiera aprovechar el tiempo para dormir, para descansar, y lo que quisiera fuera seguir “vivo”, lleno de alegría, lleno de literatura, vivo en la lectura. Por eso, y porque cada vez que leo el punto final de una buena obra me estremezco, creo que el escritor citado hoy tiene razón en todas y cada una de las palabras que plasmó, en su día, en un papel.
“El recuerdo que deja un libro es más importante que el libro mismo”.
Gustavo Adolfo Bécquer.