Gustavo Adolfo Bécquer comenzaba una rima diciendo “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”. Siempre habrá poesía, duda alguna no quepa, pero no habrá más poetas, pues se nos han ido los que eran: éste, Bécquer, víctima de la tuberculosis; Antonio Machado, víctima del exilio a Colliure (Francia); y Ángel González, maestro de la generación del 50, víctima de una afección respiratoria, en Madrid.
El maestro de la ironía nos ha dejado, no abandonados, pero sí solos. Su poesía sigue viva en los corazones de los mejores amantes del verso, quienes, como yo, correrán a releer todos aquellos poemas que nos prestaron un hombro al que arrollamos con nuestras lágrimas alguna vez.
Hoy se cumple exactamente un mes desde su partida hacia el lugar del que nunca habrá de volver, esperan los cristianos (entre los que no me cuento) que mucho mejor que el de ahora, esperan los ateos (entre los que tampoco me cuento) que no existe. Pero, sin embargo, los que se cuentan entre el mismo grupo en el que yo me cuento pensarán, al igual que yo, que el poeta no ha partido, y que está con nosotros, y que me está empujando a teclear en el ordenador, a firmar con mi pluma los próximos poemas que escriba.
¡Empújame, Ángel de amor,
que escribiré desde esta silla
la peor pesadilla
de los dos!
El cumpleaños de tu despedida nos afectará a todos, a mí entre ellos. Todos, yo entre ellos, hemos llorado tu pérdida, pero todos a sabiendas de que fuiste con valentía por el camino de la ejemplaridad, que tanta huella dejará en los próximos poetas. Nos alegramos, Ángel, de que hayas sido quien fuiste, y de que nunca vayas a dejar de ser un nombre de buena mención y buen oído para el que lo entone y escuche, respectivamente.
El amparo de tus versos sanará a tus seguidores, que hasta la muerte (que te ha llegado a ti antes que a nosotros, pero que nos favorecerá con tu compañía cuando el momento llegue) vivirán el recuerdo que has dejado en nuestras letras.
Todos comprendemos que nos vamos volviendo cada vez menos ciertos, confusos, y que nos disolvemos en aire. Todos nos rompemos por los puños, en pedazos miserables, por mostrar la valentía que hacía de tu letra una fluidez impecable. Un año más todos hemos vivido, y aquí estamos todos contigo, aunque sea duro cumplir años sin ti. Si pudiera hacer una cosa, como Dios en tu ejemplo, haría un ser exacto a ti y lo probaría, no con la boca, pero sí con el oído y con los ojos: sería como la continuación de una saga titulada El Poeta, de la cual serías el protagonista.
“Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho”.
Ya has muerto demasiadas veces, una, y no más. ¿Volverás a nuestro lado para cumplir otros años? Aquí te esperamos. Buen viaje, llámanos cuando llegues, y cuidado con los hombres extraños que te ofrezcan un regalo.
En memoria del mejor poeta de este país: Ángel González (Oviedo, 1925 – Madrid, 2008).
NOTA: Este artículo ha utilizado como fuente el libro Poemas, de Ángel González, publicado en Cátedra, Madrid, el año 2001.