Empieza un nuevo día, el sol me alumbra, me despierta. Me encuentro tranquilamente recostado en mi cama, las sábanas cubriendo mi cuerpo y dándome el calor que el exterior me niega. La luz entra por la ventana, a través de los orificios de la persiana, y marca en mi pared un sinfín de lunares que me recuerdan, cada uno, a todas las luces que he tenido que ver apagarse a lo largo de mi vida. Hoy pienso en esas luces que se apagaron y no pudieron volver a encenderse, y sé que anoche mis dos luces se apagaron y que ahora se acaban de encender, y me alegro, entonces, de que hayan vuelto a cobrar vida y alumbren mi camino. Espero, aunque muy desesperadamente, que sigan haciéndolo durante mucho tiempo.
Hoy te veré, gracias a esas luces, más viva que nunca, más eficaz en mi deseo, más bella a la luz de mis ojos. Deslúmbrame, que tengo mis razones…
“El corazón tiene razones que la razón desconoce”.
Blas Pascal (1623–1662; matemático, físico y filósofo francés).