Que añoranza me producen estos campos desiertos empapados en la melancolía que derrama el otoño. Los helechales se esparcen por el suelo formando un tupido velo donde se ahogan los recuerdos. El viento sirva aquella melodía ininteligible, cargada de viejos ecos que hielan las estatuas de sal.
Miro mis manos arrugadas por la escarcha de aquellas épocas donde uno se alimentaba de sed y saciaba la sed con hambre.
De repente el paisaje empieza a despertar surcando el cielo con la brisa, todo parece distinto, emprendo mi marcha por aquella senda no descubierta con la esperanza de alcanzar el umbral de la luz. Cada paso que doy me hace recordar alguna experiencia de lo antiguo: el viejo roble donde conocí las quimeras del alba, los campos de viñales cuando en días de lluvia ocultaron la inocencia de la tierra y aquellas montañas de formas imposibles que una vez sudaron la fiebre del hombre y ahora descansan en el olvido del viento.
En estos campos descubrí como el amor consiste en exponer los sentimientos a flor de piel, entrando en un estado de dulce vulnerabilidad. Esta tierra ha visto como la muerte ha penetrado en sus entrañas, dejando en la superficie cinco versos alimentados con lágrimas, y sobre todo, el milagro de la vida con aquellas encimas que obsequian sombras en el bosque.
Quizás al envejecer vamos perdiendo movilidad en los huesos, pero la mente empieza a ejecutar todo lo que hemos vivido. Tal vez muchos han padecido el síntoma del recuerdo marchito, resignándose a vivir en el eterno luto por la muerte de sus épocas. En cambio otras, como es mi caso, preferimos mantener el recuerdo adaptado a los tiempos, sabiendo aprovechar cada momento y en vez de llorar por lo que no podemos hacer, brindamos por la experiencia alcanzada en vida y por las nuevas hazañas del mañana.
De repente el paisaje se detiene de nuevo y cuando abro los ojos me encuentro dentro de los viñales, todo parece más tranquilo, coloco mi harapiento sombrero y mientras acaricio los últimos rayos de sol me despido del tiempo entrando en el umbral de lo eterno.