Entre parramos y laureles dos jóvenes mantienen sus miradas. Caía una tarde amable que más tarde desembocaría en tormenta. Ambos se amaban y esperaban el momento de la lluvia para llevar a cabo su plan. La brisa comenzó a despojar del suelo a la hojarasca formándose en el aire mil danzas pardas enrollándose en su huso. La vida suele ser malvada, pensaban ambos, despojándonos de todo aquello que consideramos importante, impidiéndonos ser felices a nuestra manera. La joven calló de rodillas arrancando de su rostro con la manga de la camisa todas aquellas lágrimas que brotaban de sus ojos. Él le ayudó a incorporarse mientras secaba el rostro de su amada con los labios. Se fundieron en un fuerte abrazo. Entonces la tormenta comenzó, entonces él apretó el gatillo. Los dos cayeron muertos en el suelo mientras que la hojarasca continuaba su danza.
«Conviene reír sin esperar a ser dichosos, no sea que nos sorprenda la muerte sin haber reído.»
Jean de la Bruyere,(1645-1696) Filósofo y escritor francés